Capítulo 39: Lale hay una sola.

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LALE HAY UNA SOLA

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LALE HAY UNA SOLA

¿Por qué Santo Dios se me hace tan difícil caminar en el momento que quiero lucirme? Resulta que Mateo sí andaba cerca de casa, lo veo a lo lejos en la puerta, y a mí me falta poco para llegar hasta él.

Trato de que me mire haciendo que la vista le pesara, y así fue. Cuando me miró, alcé la mano y la agité, provocando que él hiciera lo mismo.

Y ahí estoy yo, tratando de caminar lo mejor posible y a la vez de no apresurarme mucho, cuando los deseos que tenía de llegar eran inmensos.

—Hola... —sonreí cuando llegué a su lado y él lo hizo igual, acercándose para darme un beso en la mejilla.

Otro más...

—Hola.

—¿Llegaste hace mucho? —Me volteé para la puerta mientras buscaba en mi bolso las llaves.

Ahora mis manos estaban sudando.

—No, no, la verdad llegué ahora mismo. ¿Dónde tú estabas?

—En casa de Anelía —saqué las llaves y las agité, tratando de encontrar la que era—, fui a hacerle la visita.

Ahora solo quería que la llave entrara bien en la cerradura.

Por favor, nervios, no me traicionen.

—Ah, ¿y cómo está? Yo pensé que estabas aquí, ya te iba a llamar por teléfono.

La puerta se abrió y miré a Mateo para que avanzara, pero él me cedió el paso con un gesto de su mano.

—Está mucho mejor, la verdad. —Mateo avanzó y me dispuse a cerrar la puerta—. Pero aún no puede salir de casa, no se puede arriesgar a que se le hinchen las manos de nuevo sin que antes el doctor le diga que puede hacerlo.

—Pobrecita... Espero que se ponga mejor —dijo y yo solté el aire que tenía contenido, dejando mis hombros relajados.

Asentí presionando mis labios.

—Eso espero, ya que pronto son mis 15 y no quiero que falte.

—¿Hay fiesta? —exclamó con emoción. Me provocó una risa y caminando hacia la mesa me voltee y comencé a caminar de espaldas.

—Claro, ¿qué tú pensabas? Esa fiesta va a ser una experiencia única en mi vida. Claro que tengo que celebrarlo al máximo.

—¡Ay Dios! Qué bueno, Lale... —exclamó con emoción, los ojos le brillaban y el dinamismo de la situación lo llevó a mover una silla fuera de la mesa para sentarse, pero antes de hacerlo sin apartar su mirada sobre mí, se quedó quieto en el aire y luego se puso de pie mirando al asiento—. ¿Me puedo sentar, verdad?

Me reí.

—Claro que sí, bobo.

—Gracias —sonrió, sacó su celular y lo puso encima de la mesa, encendiéndolo un momento para mirar la hora, dejándome ver por un momento que en el fondo de pantalla aparecía solo, sin nadie más—. Déjame buscar las cosas en la galería.

Solo Mi Corazón Lo Sabe (SMCLS #1) ✔Where stories live. Discover now