2 - Un monstruo viene a verme

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Las rejas de la mansión de cinco pisos con ocho terrazas ajardinadas, más zona Chill out y varios animales exóticos tipo pavos reales, se abrió a los pocos segundos de que llamara al telefonillo. Entró con el alma en un puño, convenciéndose de que tal vez ese muerto y pútrido corazón quería hacer realmente las paces. Un lacayo le abrió la puerta principal y le ofreció asiento en el salón empapelado en pandeoro con objetos más caros que su propia vida. Draco salió de la piscina y se puso el albornoz, mojando el suelo porcelánico a su paso.

—Refrescándote con una duchita, supongo —comentó Harry con socarronería.

—Hueles a envidia, popotitos. —El mayordomo le extendió una toalla y comenzó a secarse mientras se servía un Royal Tokaji Essencia 2008—. ¿Quieres una copa? —Levantó la botella frente a la expresión desconfiada de Harry—. Mejor no, tienes menos gusto que una foca. — Degustó un trago con ceremoniosidad y se sentó.

—Al grano, boca rajada —recriminó Potter impaciente en su asiento.

—Mal empezamos, cuatro ojos. —Sorbió con exasperante lentitud ante la cara crispada de Harry—. Tan sencillo como empezar desde cero y hacer borrón y cuenta nueva.

—Siempre ha sido muy fácil, pero te recuerdo que fuisteis vosotros los que empezasteis esta absurda rivalidad.

—La empecé porque te invité a unirte al club de las serpientes, y no solo te negaste, sino que lo hiciste con soberbia y prepotencia. Eso se merece una paliza para recordarte que tu lugar está por debajo de mí.

—Tengo que ir al servicio, me ha entrado un apretón de oír toda la mierda que acabas de soltar. —Se levantó, recolocando sus gafa pasta sobre el puente de la nariz y clavando una mirada verde altanera al platinado húmedo que disfrutaba de una copa de vino carísima.

—En el sótano tienes un aseo digno de tu condición. Por esa escalera. —Le indicó con la mano extendida a un punto detrás de él.

Harry bajó los peldaños vertiginosos de la estrecha escalera descendente hasta llegar a un sótano con un aseo pequeño, pero cuco. Cagó largo y tendido y luego se lavó las manos. Mientras observaba su reflejo con la cara refrescada de agua, vio a través del espejo la puerta abrirse y entrar a Malfoy vestido, sosteniendo un bate con ambas manos. Al girarse, recibió de pleno en la cabeza un bateo que le lanzó hacia atrás, chocando de nuevo su cabeza contra el borde del lavabo y cayendo al suelo medio inconsciente. El dolor era grave y pulsante, como una fuerte jaqueca que no le dejaba ver o pensar. Únicamente oía a lo lejos los farfullos coléricos de Malfoy diciendo cosas tipo «Ojalá no existieras… desde que te conocí mi vida es un infierno… puto repu de mierda… Como te atreves a llamarme la atención con tu asquerosa lengua sucia…»

Harry jadeaba semiinconsciente intentando pedir ayuda. Tenía los ojos entrecerrados, lagrimeando del dolor pulsante. Extendió ambos brazos suplicándole ayuda a su propio verdugo. Draco se arrodilló junto a él y lo levantó del cuello del Jersey, escupiendo como un poseso frases incomprensibles para Potter.

—Draco… ¿Por qué? —murmuró entre dientes con un hilo de voz rota.

—Porque te odio con todo mi ser, porque tu existencia es mi tortura, porque te arrancaría esos ojos y esa boca y… —hablaba con ira ardiente contra la cara ensangrentada de Harry, apenas unos centímetros los separaba y podían sentir el aliento caliente del otro—. Te voy a dar tu merecido, así no volverás a contestarme en tu puta vida.

El patito feo: OrigenWhere stories live. Discover now