20 - Última oportunidad

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Pansy y Zabini han hecho un desayuno tres estrellas para el heterogéneo grupo sentado en la mesa. Theo y Neville se encuentran bien juntitos comiendo, el yonqui metiéndole mano todo el rato entre pellizcos cariñosos, apretones de lorzas, caricias en los muslos… Ronald exhibe orgulloso sus heridas de guerra ante una capi toda ruborizada y molesta porque las heridas no son para tomárselo a broma, y ella está preocupada, más que por sus uñas. La franchute habla animadamente con Hermione y Pansy; y Zabini parece Jesucristo nuestro señor salvador; afable, contento, zen, una vibra superalta y un sentimiento sagrado de felicidad absoluta que le embarga cuando los contempla. Los únicos disonantes son Harry y Draco sentados juntos, pero no revueltos.

“Ellos son más duros de pelar, nada que el tiempo no arregle” —piensa Blaise con esperanza.

—Voy a llamar a la policía por maltrato de género —bromea Ronald, señalando su espalda destrozada.

—Entonces llamaré yo por lo que me has hecho entre las piernas, ¡desgraciado! No puedo andar con elegancia. —El reproche de Asty lo acompaña de un palmoteo en su peluca para azotarle a Ron en la cara.

—No bromeéis con ese tema, que es muy grave. —Harry habla por primera vez con voz seria y el rostro relajado.

—Aaaaag… o sea, sí, Haggy, pego se entiende que es bgoma. Si pasase algo de vegdad, no nos lo tomagíamos así.

La franchute se toquetea el escote indecente y se lleva a la boca una salchicha fofa que zarandea en su algodonada boquita de fresa como si estuviera viva, a continuación le da un mordisquito y luego la chuperretea con los labios para terminar con la lengua. Otro mordisquito y exhala un gemido de satisfacción por su delicioso sabor. La salsa de mayonesa embadurnada en toda la salchicha se escurre en sus comisuras y se relame. Todos los chicos y una chica la miran, algunos estupefactos, otros incómodos, otros con vergüenza ajena. ¿Empalmados? Theodore. Gordi se pone nervioso y se centra en el plato de comida que tiene delante y sigue engullendo en silencio.

—Joder, a eso se le llama ser una calienta braguetas. Si estás tan necesitada, solo tienes que contonearte delante de cualquier pavo y seguro que obedece cuanto le digas —dice Ronald, abriendo la boca llena de comida—. No hace falta hacernos una demostración rodeada de parejas recién forjadas para crear malestar, ¡Fleug!

—¡Agg! Pegdona, es la costumbge. Y contigo no me funcionó nada de nada —mueve el cuello en horizontal en pose chula ofendida.

—Bueno, verás… Eso es porque yo soy diferente. —No tiene abuela ni la necesita. Se le hincha el pecho de orgullo mientras el resto bufa disconforme con sus palabras y la caracono le pone ojitos embelesados.

—Gordi —le llama el yonqui en un susurro. Y su chico continúa comiendo con la mirada clavada en el plato—. ¡Gordiii! —habla más fuerte para llamar su atención.

—¿Qué quieres? —sigue comiendo con los ojos fijos en la comida con gesto serio.

—Mírame, dime que no te has puesto celoso.

—No, es que se me olvida que te molan las chicas. Chicas con agujeros hechos para que te sea fácil follar con ellas. —La mayor cantidad de veneno que ha podido expulsar Neville en toda su vida.

—¡Eh! —le pasa el brazo por los hombros y le obliga a mirarle, apresando sus mejillas regordetas y dejándole los morros fruncidos en señal de disgusto y una ceja ceñuda en señal de enfurruñado—. A ver… Voy cachondo todo el día, si me tocan el paquete sin querer seguro que también me empalmo. Esto es como cuando ves una peli porno, te importa una mierda esas personas, pero te pones a tono. —Gordi asiente con las mejillas aún rejuntas por su apretón—. Créeme cuando te digo que tu agujero no lo cambio por el de nadie —sonríe y le da un beso a esos morretes salidos.

El patito feo: OrigenWhere stories live. Discover now