25 - Pulso

26 6 3
                                    

De madrugada en la mansión Malfoy.

Harry dormía en su habitación, ajeno al insomnio que padecía su amiga Luna. Un cambio de vida, de lugar y de cama, le impedían conciliar el sueño y disfrutar de los privilegios que le dispensaba su querido amigo. Cuánto coraje le daba que, precisamente ahora, el desvelo le privara de ese merecido descanso en un colchón suave y decente, sin amenazas, ruidos de alarmas o controles. Zambullida entre las aguas de la piscina, apareció Malfoy, quitándose el albornoz para lanzarse como un profesional a ella e ignorando la presencia de la invitada. Cuando sacó la cabeza para tomar aire, se encontró frente a él una cabeza rubia mojada con cara de loca desquiciada que le miraba amenazante.

—Buenas noches, Malfoy —saludó con retintín.

—¡Ah! Señorita Lovegood, no la había visto…

—Tutéame, somos antiguos compañeros.

Draco se quitó el exceso de agua del rostro con ambas manos y peinó hacia atrás el cabello pegado a la frente. —Eeh… —le recorrió un escalofrío por la espina dorsal producto de su instinto activado—.  Espero que haya estado todo a tu gusto…

—Todo exquisito y a pedir de boca, gracias al anfitrión tan dedicado que tienes metido en casa; mi bien amado Harry Potter. El amigo por el que mataría si hiciera falta —susurro amenazante.

—Pero qué sutil que eres —chasqueó con desdén—. Pensé que la cárcel te habría curtido lo suficiente para ser más lista y no ir lanzando amenazas de poca monta a quien no debes. —Se mantuvo a flote nadando en el mismo sitio, dedicando una mueca soberbia a su invitada.

—La amenaza descarada que confundes con valentía inútil, es debido a que realmente estoy curtida —se acercó a él, haciendo pie en el suelo de la piscina—. Tu poder e influencia no significan nada para mí —Avanzó varios pasos más cerca, obligando a Draco a retroceder—. Yo no tengo absolutamente nada que perder —siguió caminando de forma sinuosa y lenta—. Y lo que me propongo lo consigo. —Draco tropezó con el borde de la piscina a su espalda—. Ten cuidado, niño rico, esto no es la uni y yo no tengo dieciocho años. Aquí no habrá nadie que te coree las pullas de niñato con baja autoestima, y menos aún podrás comprar a golpe de talón la salvación por tu vida. Si crees en Dios, ve rezando, porque tu vida está en mis manos, ¡pedazo de mierda! —amenazó a pocos centímetros de su cara.

El corazón de Draco se disparó del susto y retumbó en su interior, provocando un rubor furioso en su cara. —Te olvidas que puedo protegerme de ti —le advirtió tragando con dificultad.

Luna soltó una breve risa engreída mirándole con desprecio. —Eres tan inútil como aparentas. Ya podrás contratar a diez gilipollas para que te cubran, que sin saberlo y respirándote en la nuca, podrías llegar a notar el cañón de mi pistola ¡Pum! —exclamó con brío frente a su cara pasmada.

Draco respingó ante la mano en forma de pistola de Luna y se irguió cuan alto era para imponerse a la delgada y bajita invitada.

—Ese farol que te gastas yendo de guay como una ninja no te lo crees ni tú —soltó con un brillo de rabia en sus ojos grises.

—Pero qué malote de poca monta estás hecho, ya no infundes miedo a nadie. ¡Imbécil!, ni siquiera se te ha cruzado por la cabeza la idea de que bien podría ser otra persona la que lo hiciera.

—Claro, y por eso me lo estás contando. Como los malos de las películas que sueltan el plan y luego el bueno sale triunfante gracias a esa información.

—No temo contarte nada por qué hagas lo que hagas, no podrás protegerte de mí, si me lo propongo.

—¿Sabe Harry que me estás amenazando de muerte?

El patito feo: OrigenWo Geschichten leben. Entdecke jetzt