13 - Protegidos por la Luna

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Debido a la descabellada idea de unir a los líderes, Pansy y Blaise organizan dónde dormirá cada uno. Hermione compartirá cama con Zabini, pese a las quejas de Harry por adjudicarlo en la misma habitación que Draco.
Ronald lo hará en el sofá, la parejita junta y la tríada en la cama de Greengrass.

La fiesta decae hasta no quedar ninguno en pie. Poco tiempo pasa cuando el pelirrojo va directo a potar al aseo de abajo, mientras todos “duermen” en la primera planta.
La vomitera es monumental, violenta; no le da tregua para descansar. Arrodillado frente al váter, y sujetándose con fuerza de la taza con las manos, expulsa todo cuanto ha comido y bebido. Está rojo y temblando de cuerpo entero por el esfuerzo, empapado en sudor y gimiendo de angustia. Advierte de fondo el sonido de la puerta del baño y unos pasos rápidos hasta situarse a su espalda, pero él no oye más que sus exageradas arcadas que le hacen doblarse por la mitad, contrayendo su abdomen con brusquedad. Unas finas manos recogen y peinan su cabello hasta formar una coleta con una goma, luego nota el frescor de un trapo húmedo aliviar el malestar cuando se lo pasan por la frente y la nuca. Dejan el trapo ahí y la mano fría sujeta su frente y hace de contrapeso con cada arcada. Nota el cuerpo arropándolo por la espalda, su olor es inconfundible; Astoria está siendo testigo de la barbaridad abstracta que tira por el retrete. Su boca, una fuente de descomposición indefinida. Escupe varias veces y jadea del cansancio, se queda con los brazos flojos y la cabeza apoyada en la mano de Astoria.

—¿No te da asco?

—No eres el único que pota, Ronnie.

—Dime que no eres bulímica —dice en plan broma. —Su silencio le alerta y se yergue para encararla—. ¡No me jodas! Dime que no potas para quedarte flaca.

Astoria desvía la mirada y se levanta a refrescar el paño. —No deberías comer con tanta ansia, eres un exagerado engullendo —reprocha como respuesta.

—Astoria… —Ella sigue empecinada en ignorar su suposición y vuelve a pasarle el trapo por la cara y la nuca. Hasta sudado, potado y enrojecido lo ve superguapo—. Ve al psicólogo, no necesitas potar nada.

—Si me dejara todo lo que como…

—Si no puedes gestionar lo que comes y luego te sientes mal por los atracones, o quieres adelgazar, vete al psicólogo, pero ya. Hasta gorda estarías guapa, ¡no me jodas!

—Eso lo dices porque ahora estoy bien.

Siguen arrodillados frente al váter.

—Pues no, eres todo fachada. Luces una melena postiza, labios rellenados, tetas operadas, sesiones de manicura y tratamientos faciales a raudales, cremas caras y dentadura nueva porque la vieja estaría desgastada de los ácidos del estómago. No, para nada estás guapa ahora.

Ella le sigue pasando con cuidado el trapo húmedo por la cara mientras él le pega la chapa. —No es asunto tuyo.

La réplica consigue que Ronnie cierre la boca de golpe y frunza el ceño.

—Supongo que no sabes diferenciar entre los que se entrometen y los que se preocupan por ti.

El trapo queda a un lado y se miran a los ojos.

—¿Te preocupas por mí?

—¿Por qué has venido? ¿Cómo es que has sido la única que se ha enterado de que estaba potando? Porque te estabas preocupando por mí —dice con un color de cara menos mortuorio y las pecas resaltando en sus pómulos y su nariz—. Pues yo igual, Asty.

La capi sonríe ante el apodo cariñoso y le recoge con sus dedos un mechón cobrizo para pasarlo tras su oreja. Ronald se sonroja por ese dulce gesto y se levanta de golpe, tira de la cadena, se enjuaga la garganta y la boca, y por último se lava los dientes en su compañía.

El patito feo: OrigenWhere stories live. Discover now