31 - La última cena I

25 4 39
                                    

Sábado por la mañana.

Continúa progresando lentamente. El pronóstico es reservado, aunque esperanzador. El edema es lo que más complicaciones nos está dando, no drena como es debido y seguimos sin conseguir estabilizar la fiebre. Debemos suponer que tiene infección y le estamos haciendo pruebas para identificar el origen. Le hemos administrado fármacos de amplio espectro para combatirla. En cuanto se estabilice, podrás verlo.

Harry salió del hospital pisando el alma a sus pies. Todo se estaba yendo al traste. Su examigo no se había dignado a llamarle, Neville tenía una especie de crisis, Luna parecía preparada para asesinar de nuevo, y Draco empeoraba. Le decían que no, pero supo traducir toda la verborrea médica acompañada de una particular tibieza en la que no se mojan ni la punta de la uña y no te dejan nada en claro. Se estaba planteando seriamente si ir o no a la cena. Vería a Ronald, y con ello le entrarían ganas de matarlo ahí mismo, también vería al asqueroso drogata de Theo, y con eso le entraría ganas de darle una paliza. Cuando llegó a casa, sus amigos disfrutaban de un chapuzón en la mega piscina.

—¿Chinos? —propuso un Harry demacrado, componiendo una sonrisa fingida.

—¡Salgamos! Estamos todo el día aquí metidos. Vayamos a comer fuera.

Luna lo dijo, mirando alternativamente a su amigo Nev, tan ausente e ido como un fantasma, y a Harry, tan forzadamente feliz que a ella le dio ganas de matar; no sabía bien a quién, pero matar.

Aceptaron por educación, complacencia y por consideración a una expresidiaria.

*

Sábado por la tarde.

Nev decidió dar una vuelta por la ciudad. Los paseos solitarios a ninguna parte eran su bálsamo para un corazón enfermo. Horas y horas de perderse y deambular sin rumbo fijo por calles desconocidas, los cascos puestos con la playlist indicada, distraído con el paisaje… Esa era su terapia personal. El destino es macabro, cruel e injusto, y para él no fue diferente. Esperando a cruzar un semáforo, encontró en la acera del frente a Nott, que estaba en la terraza de una cafetería acompañado por una chica impresionante. Tan guapa, tan alta, tan delgada… Se quedó observando la bucólica escena, dejando cambiar de color el semáforo varias veces. La pareja se tomaba de la mano y daban mimos, sin lugar a dudas, era su mujer. Contempló la escena como un masoquista, sintiendo una gruesa y pesada piedra alojada en su pecho impidiéndole respirar con normalidad; intentó tragar saliva, pero no pudo, la piedra se había enrocado en la garganta como un puño cerrado. Pese al dolor, no lloraba, pues ya lo había hecho mucho durante demasiados años.

“Es la única manera de superarlo. Debo enfrentarme a la realidad.”

Conforme lo pensaba, se encontró por inercia cruzando el paso de peatones con zancadas decididas y vigorosas.

—Hola —saludó, sudando de los nervios y la vergüenza. Agitó una mano frente a la pareja con la mejor sonrisa que pudo componer.

Theo dio un brinco del susto. —¡Gor- Neville! —Estaba de espaldas, pero enseguida se giró al reconocer su voz.

—¡Ciao! —contestó la chica, acompañado de una sonrisa bondadosa.

La cara de Theo no tenía precio. Se le notaba a leguas que se sentía atrapado entre dos muros.

—Pasaba por aquí y he decidido saludar.

—Martina, este es un antiguo compañero de instituto; Neville Longbottom —lo presentó con ademanes inseguros.

La chica, muy educada ella, se incorporó y le dio dos besos con afecto. —Un placer. Yo soy Martina, la mujer de Theo.

—Ya me lo dijo él, que llevaba tres años casado con una chica estupenda.

El patito feo: OrigenTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang