Capítulo 41: De tal palo tal astilla

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El mismo edificio ubicado en el centro de la ciudad, donde se reúnen los chicos,  recibe  esta vez a nuevos individuos. Aunque quizás la palabra “recibe” sea lo menos indicado cuando se trata de ellos, siendo absolutamente dueños de todo.

Poseen personalidades diferentes, demasiados fríos y peligrosos desde el momento en el que salieron a la calle, haciéndole frente a todo lo que se  atrevesara en su camino. Ellos fueron la razón de que Eduardo, protegiera a Ethan y a Ciaus como a sus hijos.

¿Quién se atrevería a contradecierlos?  Siquiera llegar a cuestionar su estilo de vida resulta una mala idea.
Ellos eran demasiados rudos mientras crecían, metidos en las calles más peligrosas de San Diego y cuando llegaron a Los Ángeles, en busca de aún más poder, terminaron trabajando a una edad muy corta para seres humanos con una mentalidad mucho peor a la ellos, pero de todas formas no tardaron nada en pensar igual, en hacer lo que ellos hacían, en meterse de lleno en  el mundo de los gangster.
Ambiciosos y peligrosos, protegieron las identidades de sus familias, mantuvieron al marge a sus hijos hasta que fueron los mismos, los que vinieron hacia ellos.
Tanto poder trae consigo demasiados enemigos y muerte, por eso tienen demasiada atención en sus hijos y siguen construyendo un muro entre ellos y el mundo total al cual pertenecen.
Ellos son Erick Clark y  Giovanni Evans, nadie se atrevería a meterse con esos tipos...

Para cuando Ethan y Ciaus, llegan al salón en el cual están sus padres, los encuentran muy cómodos a ambos, bebiendo café.

— Pensé que quedó claro lo de “no se metan en problemas”— habla Giovanni, mirándolos con las cejas levantadas.

— No fuimos nosotros los que comenzaron- Dice Ethan, recibiendo un taza de café para él también, mientras que Ciaus lo rechaza cortésmente.

— Una chica, un secuestro— Salta Erick, — una cabaña en llamas, un tipo malherido— larga un pesado suspiro, — demasiados disturbios para una sola noche, ¿no lo crees, Ethan?

Sin poder disimular su cara de pocos amigos, Ethan ríe sin humor.
— Agradece que no lo mate.

Erick, arquea una ceja. — Ohh vaya– apoya su taza sobre la pequeña mesa de cristal frente a él. — Involucrando a sus amigos, debí suponerlo. La chica es importante..— se encuentra con la mirada penetrante  de su hijo. — Ya veo..— sonríe de lado, — yo lo hubiera hecho desaparecer— añade, tomando un sorbo de café con una malévola sonrisa.

- Trevor Sherman,  trabaja en el mismo territorio. No sabemos que tan fuerte es o con quien está aliado— Habla Ciaus, — además...- se inclina hacia adelante, meditando unos segundos como decirlo, — Hunter Sherman, es...— aprieta sus manos, dejando blanco sus nudillos, no puede siquiera decirlo en voz alta, así que vuelve a repasar sus palabras está vez con más determinación.
— Hace unos años en San Diego...– continúa, — conocí a una chica, estuvo conmigo por un tiempo, luego tuvo que irce.

Giovanni, lo escucha muy atentamente mientras que Erick trata de encontrar alguna respuesta en su hijo, pero no lo consigue.

— volví a reencontrarme con ella hace unas semanas y...— lleva la mirada exclusivamente a su padre.
— tengo una hija— confiesa al fin,
— una pequeña de cinco años, su nombre es Siara— le es imposible no cambiar su expresión al nombrarla, inclusive sonríe al recordarla.

— Siara...— Salta Giovanni, captando la atención de todos, — tengo una nieta— afirma, igual o aún más orgulloso que Ciaus.

— Una Evans— agrega Erick, alimentando aún más el cálido ambiente que se formó al mencionar a Siara.

— ¿Dónde está? Espera, ¿por qué estuviste lejos de ella tanto tiempo?– se precipita Giovanni.

— el padre de la chica me la oculto— ruge Ciaus.

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