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[No te mereces este sufrimiento, las marcas del fracaso recorren tu cuerpo, se valiente que este es tu día, podría ser el último o el primero de tu nueva vida...]
Narra Maite
Siete meses, siete meses con otro corazón latiendo dentro de mi. Mi guatita estaba enorme, mi cara más manchada y mis pies demasiado hinchados... Todo estaba como siempre, normal, aburrido, Franco había vuelto a solo cagarme la existencia, él había vuelto de su viaje completamente raro, ni siquiera había ido a buscar a su hijo pero lo que más me interesaba, era que estaba trabajando, por mi parte, había tenido que dejar de hacerlo así que disfrutaba mi día comiendo frutillas en el balcón del departamento.
No había ni un solo momento que dejara de pensar en el Erick, que pensara en su rostro y en qué si no hubiera firmado el divorcio, quizás hubiera podido irme de acá... La verdad es que tenía bastante miedo aún por la Flavia y tenía miedo de arruinarle la carrera al Erick con todo esto de las polémicas, aún así, seguíamos viéndonos a escondidas de Franco.
—Ay—suspiró—Cuando será el día en el que podamos vernos y estar juntos sin importar lo que diga la gente.
Sonreí, porque también quería lo mismo. Habíamos pasado toda la mañana juntos, dándonos todo el amor que necesitábamos.
—Ya no quiero esconderme más.
—Ni yo—respondí.
—Maite, termina con él, vente conmigo—se volteó hacia a mi—Mira aquí cómo estás, con suerte cabe tu cama...
—Erick, hemos hablado de eso...
—¿De qué? Si solamente me dices que te da miedo dejar la caga en la farándula y sabes que a mi me da lo mismo—se encogió de hombros—A mi no me pagan por ser figura pública, me pagan por jugar a la pelota ¿y sabes qué? Soy un súper buen futbolista, sería injusto que me juzgaran por otra cuestión.
Ay, Erick... Para ti es tan tan fácil decirlo cuando en realidad no tienes a una mina loca mandándote fotos de sus brazos cortados y amenazando que se suicidará al menos una vez por semana. Me di vuelta ignorándolo por completo y sin darme cuenta, me quedé profundamente dormida.
Cuando desperté Erick ya no estaba a mi lado, no sentía su calorcito. Abrí los ojos y comencé a buscarlo por toda la habitación hasta que me encontré con los ojos de Franco mirándome fijamente desde el marco de la puerta.
—¿A quién buscabas?
—¿A quién más?—pregunté somnolienta—Sentí un ruido y no sabía si eras tú quien había llegado.
—Ah, así que esperabas a otra persona.
—Ya, corta ese show si sabes que lo detesto.
—¡¿Es qué tú crees que soy un estupido?!—gritó al momento que daba un golpe fuertísimo a la pared. Me sobresalté y mi corazón comenzó a latir más rápido.
