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Narra Erick.

La Maite a penas partió el día me envío un mensaje avisándome a la hora que podía ir a buscarla, el hueón de su pololo no estaría y entonces quería llegar algunos minutos antes, yo era de los tipos que amaba esperar.

A penas me abrió la puerta me regaló una sonrisa... al menos estaba de buen humor. Aún no se habían cambiado de ropa, andaba con lo que parecía un pijama de color crema y turquesa aunque su rostro estaba perfectamente maquillado, labios rojos y unas pestañas totalmente kilométricas.

Cuando se cambió de ropa no pude dejar de mirarla en ni un segundo, no podía entender como ese vestido azul rey ceñido a sus nuevas curvas se le iba a ver tan maravilloso, su guatita no se veía tan grande y pensé: ¿no debería esta más grande en los cuatro meses?

Ella me miraba de reojo y entonces no tardé en pensar si estaba bien como me vestí, en esta ocasión había elegido unos jeans negros ajustados y una camisa blanca con puntos del mismo color que los pantalones, me sentía demasiado poco al lado de ella, definitivamente... La noté de la misma manera que me encontraba yo desde hace unos segundos atrás, estaba con las mejillas rojizas y se giró rápidamente, mis ojos no tardaron en recorrer su espalda desnuda, el escote llegaba un poco más arriba de donde tendría que estar la raya del trasero, en donde no se podía avanzar más, como si este hubiese sido confeccionado perfectamente a su medida aunque sabía que no era así, la Maite no era de esas que gastaba un dineral en un vestido que ocuparía en una sola ocasión.

—Te ves hermosa—solté y entonces se giró, nuestros ojos no tardaron en encontrarse y le di una sonrisa.

—¿Eso crees?—preguntó—Me ha costado tanto elegir algún puto vestido de mi closet...Es que he subido como veinte kilos y eso me está colmando la paciencia...

—Maite, estás demasiado bonita, incluso mejor que antes—dije en un susurro casi inaudible.

Sus mejillas se sonrojaron y eso provocó que soltara una risita.

Se tardo un poco más en elegir unos zapatos cómodos, algunos eran muy altos y otros muy bajos, al final optó por unos con terraplén medio.

No tardamos mucho en llegar a la casa de la Rena, le entregué el regalo de ambos y luego la abracé, la Maite hizo lo mismo y luego por su rostro supe que había sido una mala decisión ya que, sus ojos se habían puesto brillosos cuando se volteó a verme, quería vomitar y estaba casi seguro de eso.

—¿Te sientes bien?—le preguntó Renata y ella asintió con la cabeza.

—Hey, Maite, ¿cómo estás?—Alessandro se acercó a saludar, le dio un suave beso en la mejilla y luego, sin siquiera pedir permiso, posó una de sus manos en su abdomen. Fruncí el ceño—¿Ya saben que es?

—Aún no se ha querido mostrar—respondió Renata antes que yo pudiese hacerlo.

No conocía a nadie en la fiesta, absolutamente a nadie más que la Renata o Alessandro, para mi suerte, el segundo personaje había estado con nosotros la mayor parte de la noche, no podía creer como antes nos llevábamos mal y ahora conversábamos como si nada, supongo que yo había madurado un poco más...

Renata tiró del brazo de la Maite y la llevó hasta donde toda la gente estaba bailando. Le observé cada movimiento, de veía tan feliz hasta que luego, casi diez minutos más tarde, llegó a mi lado y se sentó en uno de los sillones dejando descansar su cuerpo. No se veía tan contenta como de un principio.  ¿Cómo iba a estar contenta? Si cuando intentaba moverse le salía una señora a preguntarle cuantos meses tenía y luego a reprocharle que no debería estar bailando.

Ill be loving you forever || Erick Pulgar #LTIA2 Where stories live. Discover now