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[Yo me atrevo a darte el beso que jamás te dieron, puedo devolverte el corazón que te partieron...]
Miré mi teléfono, eran las tres de la mañana y la Isi estaba más activa que nunca, no dolía pero para mi era completamente nuevo, es que con la Fran nunca llegamos a estas instancias, la podía sentir, sí, pero creo que la Isi tenía más fuerza para patear y aunque sabía que no le iba a causar daño tenía miedo de moverme para no incomodarla, así que solamente me quedé recostada mirándome la guatita y después me saqué una foto que para mala suerte mía, el flash despertó a Erick.
—¿Maite? ¿Estás despierta? —Preguntó Erick con una voz terriblemente sexi, como si estaba excitado, pero solamente era porque despertaba recién y estaba ronco ... Tengo que calmar mis revoluciones ahora ya — ¿Te pasa algo?
—No, es solo que la niña se mueve mucho — sonreí.
—¿Por qué no dejas descansar a la mamá? —Le preguntó Erick. Solté una risa y elevé una ceja.
—Pasa que, está inquieta porque quiere saber cuando te tatuarás su nombre.
—Mh, estoy buscando una zona perfecta para tatuarme tu nombre, que por cierto lo escogí yo — sonrió orgulloso.
—Creo que eso será imposible, cada vez que te veo tienes más tatuajes — reí.
—Tendré que taparme tu nombre nomás — se encogió de hombros. Hice un puchero y me abrazó apoyando su cabeza en mi pecho — Jamás me borraría tu nombre, cuando me lo tatué lo hice porque estaba seguro de querer llevarte por siempre en mi piel. Te tengo en mi piel y también en mi corazón, eres el amor de mi vida, la mujer más linda, noble y perfecta que he conocido. En más, me voy a tatuar tu cara en toda la pierna.
—¿Cómo Vidal se tatuó a la Mari? —Él negó con la cabeza rápidamente.
—Obvio no, ese hueón descarado se la tatuó y después la cagó — rió.
—Estay loco — me reí, sabía que no se iba a tatuar mi rostro así que solamente me fui por ese camino.
—Sí, loco de amor por ti — sonreí.
—¿Entrenas mañana? —Él asintió con la cabeza — Entonces a dormir, no te quiero fallando pelotas detenidas por mi culpa.
—Prefiero perderme un penal a tener que alejarme de ti—murmuró—Me gusta la sensación de tenerte, de tenerlas a ambas.
—¿Qué sentiste cuando me viste ese día?—pregunté.
—¿Mh?
—El día que llegaste a mi departamento.
Se acomodó en la cama, ganando una mejor posición para así mirarme a los ojos.
—Estaba feliz por verte, te había buscado mucho y al fin te había encontrado. Después, como que por algunos segundos, muy poquitos, tuve una sensación de enojo porque no me habías contado nada y aunque no fuera el hueón más atinado del mundo, merecía saberlo... Eso duró sus cinco segundos, porque después me sentía el más afortunado.
