Reflexiones

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El señor oscuro se encontraba sentado semidesnudo en una de las butacas del salón mayor de la mansión Malfoy. En la oscuridad de la estancia, que recordaba sutilmente a la cripta de un cementerio, se reflejaba la luz en su espalda desnuda mientras daba vueltas a su cabeza sobre un asunto que tenía muy presente en ese momento y desde hacía tiempo, aunque no quisiera pensar en ello, siempre que este encontraba un momento de paz a solas, volvía a su cabeza como un boomerang lanzado muy lejos, que vuelve con un impacto aún mayor. Su relación con Bellatrix Black había cambiado mucho en los últimos meses, tal vez demasiado y muy rápido, había tomado un avance mucho mayor en 6 meses que en 11 años juntos antes de su caída. Por alguna razón había dejado de verla como a un seguidor más mucho tiempo atrás. Aunque ciertamente empezaba en esos últimos días a plantearse en serio que sentía.

Poco después de que ella saliera Azkaban la había llamado para una reunión personal, tenían muchas cosas de que hablar él y su seguidor más fuerte y leal en los 15 años que habían estado separados, desde la caída de él en 1981 hasta la liberación de ella en 1996. 
Voldemort necesitaba de ella y de su apoyo moral y ella ya esperaba ansiosa cada reunión mucho antes de su encarcelamiento.  Sorprendentemente para él, habían terminado la noche besándose frenéticamente contra la pared hasta que ella, creyendo que su infamia era una ofensa y una desfachatez que sería duramente castigada, había salido corriendo de la estancia antes de que él pudiera reaccionar a lo que acababa de suceder.

Esa no había sido la única vez que eso había sucedido, ya que cada vez que terminaban alguna de las reuniones generales, todos los mortífagos se retiraban de la sala, todos excepto ella, Bella se quedaba sentada en su asiento a la derecha del butacón de terciopelo negro que presidía el gran comedor.

Voldemort no entendía como había sucedido eso, tal vez fuera por los años separados o tal vez fuera la bruja en sí, por todo su ser. Pese a que la fría y oscura prisión le había arrebatado la mayor parte de su antigua belleza y su cordura, Bellatrix seguía siendo una mujer extraordinariamente hermosa y muy sexy.  Su aspecto había mejorado mucho desde el día que había regresado a la libertad...
Había engordado un poco aunque no lo suficiente para presumir de buena salud, su rostro, antes cadavérico y hundido había recuperado un poco del color carmín que antaño tenía, su piel se había suavizado y oscurecido levemente, dejando atrás el aspecto blanco de esqueleto, eso sí, conservaba las cicatrices. Su cabello negro, que meses antes le llegaba a las rodillas, ahora rozaba su  baja espalda y los rizos oscuros habían vuelto aparecer saltones y libres por encima de la mata de greñas que había eliminado mediante pócimas.

Lo único que no había cambiado de ella ni lo más mínimo eran sus ojos, seguía teniendo los mismos profundos ojos negros que hace varios años, los mismos que el día que la conoció, unos ojos negros, grandes y brillantes que se clavaban en él cada vez que ella le hablaba como en un susurro. Todo esto provocaba en ella una especie de aura mágica extraña que convertía a la bruja en una seductora, en un ser extraordinariamente maravilloso y exótico que parecía hechizarle.

Voldemort se había fijado en ello, en lo que producía no solo en él si no en otros mortifagos varones y eso le ponía extrañamente celoso, no atinaba a comprender porque le importaba lo más mínimo que otros hombres miraran o se excitaran al pensar en ella de la misma manera que él.
Bella se movía con agilidad y rapidez, como bailando una danza mortal cada vez que se levantaba. Verla en acción era un espectáculo, sus movimientos mezclados con sus gestos sus muñecas burlonas y su risa perversa y malévola, convertían a la bruja en un ser majestuoso.

Voldemort reconocía que a menudo soñaba con llevar esos encuentros íntimos tras las reuniones más allá de los besos pero tenía miedo de que esos sentimientos extraños y latentes que surgían en él se hicieran aún más fuertes de lo que ya eran.
La bruja no estaba emocionalmente estable y eso la convertía aún más en un misterio para cualquiera que la conociera, y ese misterio la hacía única.

Bellamort One shotsWhere stories live. Discover now