Capítulo 154: La guerra: Otoño, 1978

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Remus miró por encima de la parte superior de su libro a través de la ventana del café para ver si había habido algún cambio en la calle frente a él. Miró el reloj de la grasienta pared a su lado. En cinco minutos se iría, si Pete no llegaba tarde.

Remus miró su libro de nuevo. Realmente no lo estaba leyendo, estaba demasiado distraído. Rara vez se encontraba de humor para estudiar, en estos días, teniendo en cuenta las reuniones de la Orden y las asignaciones extrañas y a medio explicar que le daban. Además las visitas que le hacía a Hope en el hospicio, lo que intentaba hacer cada dos días, ahora.

Por otro lado, Remus y Sirius estaban aprendiendo a vivir solos por primera vez. Después de una semana de comida rápida, Remus admitió la derrota y pidió prestado un libro de recetas de la Sra. Potter. Hasta ahora, los resultados habían sido terribles. Sirius, mientras tanto, parecía haberse dado cuenta de que el baño había llegado a un punto crítico, y finalmente se dedicó varias noches a aprender algunos hechizos de limpieza.

Habían tenido una pelea sobre si comprar o no un televisor (Sirius tenía un sospecha muy extraña sobre la tecnología muggle; no podía ver el punto de todo eso), y luego otra sobre la motocicleta (Remus odiaba todo sobre ella, pero sobre todo los hechizos altamente peligros de levitación que Sirius planeaba hacer.)

Aparte de eso, las cosas iban bastante bien. Bien. Tan bien como cualquiera puede llegar a esperar.

El reloj seguía marcando. Remus se llevó la taza de té a los labios, bebió y luego hizo una mueca. Estaba helado. Llevaba allí al menos una hora, pero no era como si tuviera otro lugar donde estar.

Desde la fallida misión al callejón Knockturn en Julio, Remus había notado un claro cambio en la naturaleza de sus misiones. A menudo lo emparejaban con Peter y, por lo general, solo lo enviaban a realizar asignaciones 'pequeñas' (transmitir mensajes, recolectar trasladores muertos) una o dos veces se había quedado atrapado preparando sándwiches para los visitantes de los Potter.

Mientras tanto, la suerte de Sirius y James los había llevado en una dirección completamente diferente. Ambos pasaban gran parte de su tiempo con Frank y Alice, o los gemelos Prewett, haciendo todo tipo de cosas interesantes como defensa avanzada, deberes de guardia e incluso una o dos redadas de medianoche.

Sirius estaba pasando el mejor momento de su vida. Remus estaba en la completa miseria, pero no lo decía. En otras palabras, lo mismo de siempre.

Finalmente, Remus miró hacia arriba y vio movimiento. Era el final de la jornada laboral y hombres con trajes elegantes y sombreros empezaron a llenar las aceras. Si miraba muy de cerca, podía ver que algunos de esos hombres y mujeres estaban vestidos de manera un poco menos conservadora que los demás. Era también el final de la jornada laboral en el Ministerio de Magia.

Remus se levantó, rápidamente, golpeándose las canillas con la silla de plástico naranja que estaba a lado. Jadeando entre dientes, cojeó levemente al salir. Afuera estaba húmedo, no soleado, pero si caluroso y pegajoso; el peor tipo de clima. Nubes de tormenta espesas y revoltosas se cernían sobre los edificios grises, y un fuerte hedor se elevaba desde los contenedores de aquel café, toda la comida vieja pudriéndose con el inusual calor de Septiembre.

Remus se quedó un momento, esperando y mirando, sin querer ser visto. Un joven alto y apuesto pasó a grandes zancadas, vestido con una túnica negra y un chaleco verde botella. Tenía pómulos afilados y cabello platinado, aunque era muy joven; Remus lo reconoció de inmediato como Lucius Malfoy, el hombre con el que Narcissa había arriesgado su vida para casarse. Remus lo vio caminar por la calle, elogiando fugazmente a la prima de Sirius por su excelente gusto.

— Oh, hola Moony.

Remus saltó. De alguna manera, Peter todavía tenía la capacidad de tomarlo por sorpresa: casi nunca lo veías venir.

All the young dudes - españolWhere stories live. Discover now