Capitulo 24

8.3K 826 91
                                    

Me acerqué hasta donde se encontraba Alessandro, lo tomé de una de sus manos cuando lo vi con la intención de llevarse un vaso de whisky a los labios

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me acerqué hasta donde se encontraba Alessandro, lo tomé de una de sus manos cuando lo vi con la intención de llevarse un vaso de whisky a los labios.

—Aless, deja eso —le pedí quitándoselo de las manos.

—Déjame —gruñó por lo bajo y me detuvo del brazo—. El alcohol es quizás lo único que me quede si llegas a irte.

—¿Cómo dices eso? ¿Esta es la imagen que deseas darle a nuestro hijo?

Alessandro dejó a un lado el vaso y se pasó las manos frénicamente por sus cabellos castaños desordenándolos y después soltó una risa irónica.

—¿Crees que podré llegar a ser algo si te sucede algo Chiara? —su rostro empañado por las lágrimas fue lo primero que vi cuando levanto su vista hacia mí—. Mírame, no sé ni siquiera bien como atarme una corbata al cuello y piensas que podre criar a un bebé solo, yo..., no puedo hacerlo sin ti —dijo para después aferrarse a mi cintura y apoyar su cabeza en mí y dejar escapar sus lágrimas.

Se me arrugó el corazón con aquello, él no era un hombre sensible o que expresase con facilidad sus emociones, pero ahora lo estaba haciendo, y me parecía el ser más frágil de la tierra.

—Lamento mucho lo que dije, no quería hacerte miserable —lo abracé con fuerza y le di un beso en la cabeza—. Vamos a ser positivos, todo va a estar bien, ¿sí?

Alessandro temblaba en mis brazos, él no era capaz de decir ni una palabra estaba lo suficiente nervioso, asustado e indefenso. No había sido consciente de que mis palabras lo habían herido, muy en el fondo de su corazón y ahora me sentía mal por aquello.

—Tengo miedo —dijo entre sus sollozos—. No puedo imaginarme en un vida sin ti Chiara —levantó su rostro y lo limpie con las yemas de mis dedos.

—Está bien no pasa nada, cálmate. No voy a dejarte solo.

—Dime que no me dejaras solo en esto —me pidió.

—No te dejaré solo, yo siempre estaré aquí —le devolví una sonrisa y él al igual que un niño se aferró a mi cuerpo.

Nos abrazamos por unos minutos que parecieron una eternidad hasta que pudo calmarse en mis brazos.

—¿Alessandro, estas bien? Háblame.

—Lo estoy, estoy mucho mejor en tus brazos mi amor.

—Ven —lo tome del rostro tiernamente—. Necesitas un baño, ¿puedes levantarte solo?

Él asintió y se puso de pie, lo ayude a que no perdiera la estabilidad al caminar al interior de la casa, y después busqué llevarlo al baño de su habitación para darle una ducha de agua fría.

—Lamento ser un problema —dijo cuándo se dejó caer a la cama—. Perdón.

—No eres un problema —mis manos fueron hasta sus zapatos para quitárselos y después a su camisa para desabrocharla—. Quédate quieto Aless —le pedí cuando comenzó a moverse en la cama de un lado a otro.

FrágilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora