Capitulo 29

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Mi madre se sentó a un lado de mi cama preocupada por lo que había sucedido.

—No me gusta todo esto Chiara, no te ves bien con ese tratamiento —dijo asustada—. Quizás debas suspenderlo hasta que el señor Marchetti hable con el médico.

—No puedo hacerlo mamá, aun me falta una inyección. El doctor Giuliani mencionó que podría pasarme esto. Mi cuerpo está débil, es todo.

—Es que no es normal que te canses tanto y tengas nauseas cada diez minutos, vas a deshidratarte hija. Me preocupa tu salud, quizás lo mejor sea... —hizo una pausa para volver a hablar—. Quizás lo mejor sea que no sigas con el embarazo hija.

La miré sin creer lo que me estaba diciendo, conocía los riesgos y a lo que me afrontaba pero yo en definitiva no me desharía de mi hijo, esa nunca había sido una opción para mí.

—¿Cómo puedes decirme eso mamá?

—Chiara hija, tu salud está primero...

—No quiero escuchar que tu o alguien vuelva a decirme aquello, yo no renunciaré a mi bebé. ¿Cómo puedes pensar en que lo haré? —las lágrimas se acumularon en mis ojos—. No sería nada sin mi hijo, pude antes y podré ahora.

Ella guardo silencio mientras yo fije mi vista en la ventana de la habitación.

—En mis planes nunca estuvo el convertirme en madre —sonreí irónicamente—. Menos quedar embarazada en las condiciones en que sucedieron las cosas, tenía sueños y los cumplí a pesar de todo. Me gradué, descubrí que mis amigos no eran mis amigos, que la persona que me quería me había traicionado, que mi padre nunca me quiso lo suficiente para apoyarme, y continúe con mi vida a pesar de que todos me vean como la mujer que se quedó con la vida de otra, y todo esto no lo logré sola, lo hice porque me propuse no volver a ser lastimada por nada ni nadie más. Y si me sucediera de nuevo, yo lo elegiría de nuevo.

Ella me dedico una sonrisa de vuelta.

—¿Es así como se siente encontrar el amor de tu vida? —pregunte abrazada a ella—. Porque no quiero que nadie me arrebate al amor de mi vida.

—Te entiendo, te entiendo tanto cariño —me abrazo con fuerza brindándome consuelo—. Vas a lograrlo, vamos a hacerlo juntas.

Apreté mis labios.

—Me siento más segura en ti mamá, como mi bebé se siente conmigo.

Aquel momento fue mágico entre las dos, mi madre y yo siempre habíamos tenido una conexión especial. Ella siempre sabía si algo estaba mal en mi vida, lo podía sentir antes de que me sucediera, aquello que dicen sobre las madres y sus hijos debe ser verdad, porque no existe una conexión más profunda y fuerte que la de una madre y su hijo, una conexión que nadie podría explicar.

El teléfono móvil nos hizo separar, mi madre lo tomó en sus manos viendo el nombre reflejado en la pantalla.

—Es el señor Marchetti —dijo viéndome directamente a los ojos.

—Por favor mamá, no le digas nada que lo asuste —le pedí.

Ella apretó sus labios.

—Te lo pido.

—Lo siento Chiara pero debe saberlo —contestó la llamada y mis intentos por detenerla a que le dijese algo a Alessandro sobre mi estado de salud fueron inútiles—. Señor Marchetti, buenas tardes.

Suspiré y me apoyé en las almohadas.

—Hay algo que debería saber, Chiara no se ha sentido muy bien con el tratamiento que le están suministrando, ha tenido muchos síntomas fuerte y temo que recaiga en una anemia severa. Mi consejo es suspender los fármacos, pero ella se niega.

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