XXXIII

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Una suave y cálida sonrisa la cual solo un padre que adora a su hijo es capaz de mostrar.

Esa fue la última expresión que pudo divisar antes de iniciar el ritual, si tardaba más ellos llegarían.

- Perdóname, Ascaroth. 

Una mano ensangrentada acarició su mejilla, incluso si aquella sonrisa no se borraba pudo admirar perfectamente las lágrimas que salían sin parar, ninguno quería despedirse y sin embargo por el amargo destino así debía ser. 

- Perdona a este joven cuervo por ser tan débil e inexperto.

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Ascaroth se encontraba en la recámara de Stolas, más exactamente recostado en su cama, abrazándolo mientras mantenía la cabeza en el pecho del príncipe. Era espectacular, las plumas eran suaves, escuchaba tenues sonidos y además los latidos de su corazón eran relajantes; sus ojos estaban cerrados mientras escuchaba con atención como el búho hablaba acerca de los primeros pasos de Octavia. Si combinaba todo eso con las caricias que estaba recibiendo en su espalda, nuca y cabello, oh mierda, era como la jodida gloria.

- Debió ser emocionante mirarla.

- Claro que lo fue.

Stolas miró al imp y tragó en seco, podía mirar los músculos de su espalda y brazos algo tensos por el abrazo, no se resistió a tocar ni acariciar y al parecer el contrario no estaba ni un poco molesto con ello. Las cicatrices en el cuerpo ajeno solo lo hacían lucir más atractivo para él, quería morderlo y hacerle de todo, todo el tiempo.

Tras unos cómodos segundos de silencio, el príncipe habló nuevamente.

- ¿Sabes, Ascaroth? Llevamos un tiempo saliendo y en realidad no sé nada de ti.

- Ah... Estuve en la guerra.

- Entonces de ahí tantas cicatrices. ¿Cómo pasó esto?

El imp soltó una pequeña risa al sentir un golpecito en el cuerno roto.

- Un ángel intentó volarme la cabeza con un disparo.

- Oh mierda, debió doler. 

- Y así fue, a cambio, arranqué la suya y alimenté camaradas míos con su cuerpo.

- ¿Qué más?

- Puse la cabeza en una lanza y conseguí hacerla llegar a los demás ángeles, funcionó perfecto para bajar su moral. 

- Eres muy sádico, ¿sabías?

- Oh vamos, te encanta que lo sea. ¡Ah! Tengo fotografías, ¿quieres verlas?

- Uhm... Sí, veamos.

El imp extendió un poco la mano y logró alcanzar su teléfono, dio una rápida mirada antes de entregárselo.

Stolas miró la fotografía y levantó las cejas algo asombrado. Se mostraba al imp rodeando los hombros de otro demonio quien sostenía dicha lanza y ponía un dedo en la mejilla de aquel cadáver, como si los tres estuviesen posando. Si buscaba un punto de comparación para su edad, entonces diría que parecía tener más o menos la edad de su pequeña, y por su apariencia era evidente que era un Goetia.

- ¿Quién es...?

- El conde Halphas, trabajé para él desde que nació.

- Me parece un nombre familiar.

- También lo llaman Malthus.

- Sigo sin recordar si lo llegué a escuchar.

- Seguramente no, abandonó a su familia y desapareció, se volvió un "tabú" hablar de él frente a sus padres.

- ¿En serio?

- Sí, dicen que el duque Malthas se vuelve hostil y ni hablar de su esposa, termina rompiendo en llanto y maldiciendo a todo aquel que esté cerca. No puedo confirmar nada, solo he escuchado chismes de mis amigos.

- Debió ser terrible, ¿no sabes más de él, o realmente murió?

- Muchos afirman que murió en la guerra, pero desapareció, ni siquiera yo pude confirmar su estado.

- Lo siento mucho, se notaba que eran cercanos.

Ascaroth negó mientras Stolas dejaba el teléfono en la cama.

- Está bien, desapareció hace 24 años. Ya no importa donde esté.

- Sigue hablándome de ti, quiero saber más.

- Me encantan las cosas dulces. La gente tiende a pensar que me encanta lo salado, picante o ácido cuando no es así.

Ante el silencio del príncipe, el imp decidió continuar hablando.

- Tengo problemas para dormir en lugares demasiado tranquilos como el palacio, la paz en exceso me pone nervioso y me hace creer que algo terrible sucederá. 

- ¿Entonces estás nervioso ahora mismo?

- No exactamente. Los lugares con multitud me ponen nervioso, pienso que en cualquier segundo todos intentarán matarme.

- Supongo que sucedió antes.

- Así es. Le arranqué las extremidades a un puto payaso por qué me asustó, nadie me asusta y termina intacto. 

En realidad, ese payaso asustó a su hijo cuando era apenas un niño de cuatro años. Pero no iba a revelar ese detalle.

- No me gustan demasiado las cosas pequeñas y "adorables" me hacen quererlas aplastar y desaparecer. Me detendré aquí porque no suelo hablar de mí mismo, y es un poco incómodo.

- Está bien.

- Sólo una cosa más, mi cosa favorita es el tabaco, después de ti, claro.

Ascaroth escuchó como el príncipe reía algo bajo.

- No dejas pasar ni una oportunidad para coquetear.

- Por supuesto que no.

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- Papá, ¿crees que mamá nos amaba?

- ¿Eso importa? Haces preguntas muy estúpidas, maldito niño estúpido.

- Oreth, no le hables así a tu hermano.

- ¡Es la verdad! ¿A mí que me importa si me quería o no? Ya está muerta.

Un pesado suspiro se escuchó antes de que su padre hablase de nuevo.

- Thozor, tu madre los amaba demasiado, nunca lo olvides.

- ¡Ja! ¿Ahora quién es el estúpido? Maldita niña estúpida.

El niño le sacó la lengua a su hermana momentos antes de que su cabello fuese jalado.

- ¿Habrá un día en el que no discutan o lleguen a los golpes?

- Papá, si hubiese sido hija única no te estresaría así. Yo digo que asesinemos a Thozor o lo vendamos por ahí.

Los ojos del pequeño se aguaron al instante, se levantó del suelo y subió a las piernas de su padre, lo abrazó y se echó a llorar.

- Ya lo hiciste llorar.

- ¡Maldito llorón!

- ¡Cállate, maldita bruja!

- Cállense los dos.

- Incluso si mamá no nos quería, papá nos adora. ¿No es suficiente, llorón?

- ¡Sí lo es, pero no me hables, te odio!

- ¡Yo te odio más!

¿Goetia? (Stolas Goetia) (Helluva Boss)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora