Capítulo 5

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Oker había comenzado a lubricarse, cerró la puerta, pero el olor del alfa se le había metido dentro.

Hizo cálculos apretando sus piernas con fuerza, su celo aún no tocaba, pero él nunca estaba cerca de alfas, y no podía costearse supresores, por lo que su celo era irregular y podía provocarse si las feromonas eran muy potentes.

No, no otra vez, pensó Oker desesperado.

El olor del alfa ya no estaba solo en la habitación, sensibilizado lo podía notar por toda la casa.

No era justo, no era justo ser un omega y reaccionar así. No era justo y Oker solo quería contenerse.

Debía tomar a su hijo e irse de allí, era lo más lógico, pero necesitaba ese trabajo. Hasta que no le pagara no tendrían dinero para nada, y no podía permitirse que le echara.

Trató de recomponerse, pero se dio cuenta de que aquello solo estaba yendo a peor.

Y dolía, demonios, dolía como no recordaba que le hubiera dolido nunca. Su olor era tan fuerte, sus feromonas tan dominantes, que su flujo anal escurría entre sus piernas haciéndolo un desastre húmedo.

Lloriqueó presa del pánico, porque notaba como su consciencia peligraba, y perder la consciencia en el lugar de un alfa ya sabía que era peligroso.

No tenía casi para mantenerse a sí mismo y a su cachorro, mucho menos podría asumir que ese alfa le hiciera otro.

Trató de arrastrarse para salir de allí, pero sus piernas no querían colaborar, maldijo su naturaleza por lo bajo. Y sintió que el llanto quería derribarlo completamente, pero se resistió, tenía que llegar hasta su cachorro y protegerlo, intentar llegar al teléfono y llamar a su amiga, algo antes de que el alfa llegara y lo tomara, hiriera a su cachorro y su mundo se hundiera de nuevo.

Se arrastró por el pasillo, y trató de llegar hasta la habitación del niño. No recordaba haberlo hecho, solo recordaba el calor, el dolor, la necesidad.

Hasta que la voz de mando del alfa lo despertó de su trance, se levantó por la pura fuerza de su instinto sumiso.

Estaba empapado, dilatado, con una erección pegajosa y con un alfa que tuvo que sostenerle para no caer.

Y entonces, lo notó, notó su grueso miembro contra su vientre mientras le sostenía. Nunca había estado con un alfa de ese modo, no recordándolo.

Lo deseaba y temía a partes iguales, se hubiera bajado los pantalones y le hubiera pedido que le follada allí mismo sino hubiera sido por el llanto de su hijo aferrado a su pierna.

—Delante de mi hijo no, por favor —lloriqueó el omega—. Por favor.

El alfa gruñó, y Oker le mostró su cuello, le pidió mansamente que le mordiera, que le hiciera suyo. Una parte de él lo quería, otra solo quería que su hijo no sufriera.

El alfa lo tomó en brazos, arrancando al niño de su cuerpo. Lo soltó en la cama donde Kyle había estado durmiendo, y Oker cerró los ojos, no quería verlo, no quería recodarlo. Así era mejor.

Pero el alfa no cayó sobre él, se apartó con lo que hasta él podría entender con la mayor de las fuerzas de voluntad del mundo.

Pero el pánico le atravesó el cuerpo, cuando el alfa se agachó y alzó en sus brazos al niño roto en llanto y se lo llevó de la habitación cerrando la puerta tras él y encerrando dentro a Oker.

Se tiró al suelo y gritó contra la puerta, hasta que su garganta se sintió en carne viva.

No pudo calcular el tiempo, pero cuando volvió a abrirse, una joven beta entró con una sonrisa y una caja de supresores.

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