Capítulo 11

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Ivory podía considerar que su vida era rutinaria, y a él, le gustaban las rutinas.

Era algo a lo que uno podía acogerse, algo que le daba estabilidad, algo en lo que se había esforzado mucho.

Así que ese omega y su cachorro se habían introducido ya en su rutina.

Por las mañanas aparecían los dos, él torcía el gesto al ver al pequeño alfa dormido. Los dejaba en su casa, trabajaba, y cuando volvía la casa estaba limpia, la cena hecha, y su conciencia tranquila.

Eso estaba bien, el problema era que esa mañana ninguno de los dos aparecieron, eran las 6:45 y no había ni rastro del omega y su cachorro.

Impacientándose, Ivory tomó sus llaves y bajó a la calle.

Jamás diría que fue otra cosa más que su propio enfado y desagrado por la impuntualidad, no fue preocupación, y mucho menos instinto.

Pero tres alfas tenían acorralado al omega cuando salió de su portal, olían claramente a alcohol, y el omega olía claramente a terror.

Ivory no vio al cachorro por ningún lado, hasta que oyó el llanto proveniente de un coche destartalado aparcado cerca.

—Tú te lo has buscado —oyó gruñir a uno que lo zarandeaba.

No se dio cuenta de que estaba gruñendo hasta que los otros alfas se dieron la vuelta para mirarle enseñando sus propios dientes.

Odiaba tanto eso, todo ese rollo alfa de gruñir y morder, de dejarse llevar por sus instintos, pero los ojos azules llenos de miedo, le hicieron aún gruñir más.

De nuevo, ojalá y se extinguieran todos.

—¿Es tuyo? —preguntó uno enfadado—. No deberías dejar salir a esta puta así a la calle.

Ivory se acercó tanto, que podía sentir el hedor del alcohol en ellos.

Tomó al omega del cuello de su sudadera y lo arrastró hasta él, no pesaba nada porque voló hasta él como una pluma.

Fuera —dijo con su voz de mando, el omega tembló como una hoja, pero los otros tres alfas se retiraron. E Ivory disfrutó sabiendo que era más fuerte que ellos, rara vez había tenido que poner a prueba su dominio alfa sobre otros alfas.

Se marcharon soltando insultos por lo bajo, pero se marcharon.

Aún tenía al omega bien sujeto del cuello de su sudadera, su cuerpo temblaba, y lo acercó un poco más, liberó levemente sus feromonas. ¿Por qué diablo lo estaba haciendo?

Lo sostuvo llegando hasta el coche y abrió la puerta al pequeño alfa, con su otro brazo lo alzó y este se escondió contra su cuello buscando también sus feromonas tranquilizantes.

No le correspondía a él, no eran suyos, no eran su familia, no eran nada. Pero los llevó hasta dentro del portal, subió con ellos en el ascensor y los metió en su casa.

Y aún así no se separaban de él, ni él de ellos.

Poco a poco fueron tranquilizándose, y separándose.

Ivory quería gruñir, pero esta vez se resistió a hacerlo. El cachorro se había dormido en sus brazos, y el omega parecía más tranquilo, pero su mirada le hizo cuestionarse lo que había hecho.

—Le llevaré a la cama —dijo el omega levantándose y queriendo tomar a su hijo de sus brazos, pero cuando Ivory trató de dárselo, el niño lloriqueó.

Fue él el que llevó al cachorro a la habitación y consiguió meterlo en la cama.

Cuando volvió el omega lo estaba esperando, él solo quería irse, ni siquiera sabía qué hora era, pero sin duda, él ya tenía que estar en su oficina.

—Alfa, señor —le llamó el omega— siento lo que ha ocurrido. Tendré más cuidado.

Ivory sintió que tenía que decir algo, pero solo abrió la puerta y se fue.

Ω

Oker suspiró, aún sentía el miedo en su cuerpo, pero reconocía que el alfa había hecho un buen trabajo con ellos.

Uno que nunca nadie había hecho por él. Su instinto le decía que tenía que estar agradecido, también le decía que necesitaba a ese alfa, pero su mente y su corazón sabían que no era cierto.

Le agradecía su rescate, le agradecía su trabajo, semana a semana recibía un sueldo más que digno. Podía mantener a su hijo, podía pagarle a Lea, podía llegar en pensar en ahorrar para su futuro.

Pero no podía pensar en nada más, tomó los productos de limpieza y comenzó a trabajar para lo que había sido contratado.

Esa tarde, antes de irse, miró al rededor, esparció el ambientador, y también se impregnó levemente en él.

Cerró la puerta, dudaba de que esos alfas estuvieran esperándole, pero nunca podía estar seguro de lo que un alfa era capaz de llegar a hacer.

Corrió con Kyle hasta su coche, y los metió dentro con rapidez.

Miró el testigo de la gasolina de su coche, tendría que pedirle a Lea que lo llenara por él otra vez, había bajado la guardia y podía haberle costado carísimo.

No lo haría más, no podía hacerlo más.

Ω

Cuando Ivory volvió a su casa, no sabía lo que iba a encontrar. Llevaba dándole vueltas a lo que había pasado esa mañana todo el día.

A las últimas palabras del omega, a lo que le hicieron sentir.

Se alegró cuando olió el ambientador, tenía que recordar apuntarlo en su próximo pedido online.

Su casa estaba en silencio, limpia, recogida y cuando llegó a la cocina lo olió.

Sobre la encimera había un bizcocho, un bizcocho de chocolate, y eso trajo unos recuerdos que había escondido muy profundamente dentro de su memoria.

Abrió la basura y lo arrojó en su interior con el plato incluido haciéndolo reventar en su interior.

Se agarró a la encimera, tomó sus llaves y llamó a la única persona que solo diría sí y no haría más preguntas.

—En media hora donde siempre.

Salió dando un portazo, cuando volvió a su casa por la mañana, el omega estaba esperándolo en el portal con el niño dormido en sus brazos y con cara de espanto mirando para todos lados.

—No vuelvas a traerlo —le dijo de mal humor—. Te pago lo suficiente para que lo metas en una puta guardería.

El omega apretó a su hijo, no dijo nada, y solo le siguió al interior de la vivienda.

Ese iba a ser un día horrible, verdaderamente horrible.

Ese iba a ser un día horrible, verdaderamente horrible

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Todo iba demasiado bien.

Os deseo un feliz fin de semana.

Besos

Sara

OmegaWhere stories live. Discover now