Capítulo 13

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Ivory no fue a trabajar ese día a la oficina, pero trabajó en remoto desde su casa, para su sorpresa nadie puso la más mínima pega. Rara vez lo había hecho, y no era algo que le gustara.

Pero tuvo la suficiente autoconsciencia para saber que no era buena idea aparecer en la oficina en ese estado.

Salió de la casa del beta sintiéndose mal, muy mal.

Michael no tenía la culpa, de hecho, ¿quién tenía la culpa?

Miró al omega limpiar su casa, y si era justo, ni siquiera la culpa era suya. Lo sabía y debía recordárselo habitualmente.

Michael era un beta con el que casi llegó a tener una relación, pero que nunca funcionó. Aún no entendía por qué le aguantaba, por qué soportaba esa llamada improvisada cuando Ivory quería olvidarse de todo, cuando solo quería un cuerpo contra el que molerse hasta olvidarse de todo.

Michael no era un omega, y eso era lo que le había gustado en un primer momento de él, pero todo era equivocado. Ivory fue consciente de que las piezas dentro de él estaban mal colocadas.

Michael no tenía la culpa, no volvería a llamarlo, no era justo.

Miró al omega mientras trabajaba desde el salón en su ordenador portátil.

Desaparecía en silencio, y volvía a aparecer aún más silencioso, tenía claro que no quería que Ivory le notara.

Ivory podía ser muchas cosas, pero sabía cuando alguien le temía, y ese omega le temía.

El niño pasó casi toda la jornada en la habitación que le había reservado, esa no era la vida que un niño debía vivir. Solo, encerrado y privado de lo que le correspondía.

Apretó los dientes unos contra otros, y notó la oleada de inquietud procedente del omega. Nunca había pasado con él más que los pocos minutos de la mañana antes de irse.

Abrió una ventana en su navegador, y buscó guarderías cercanas. Consultó las condiciones, los precios y solicitó varias visitas.

Le pagaba un sueldo decente, podía permitírselo, y no hacerlo era una negligencia por su parte. El niño era un alfa, tenía que comenzar a relacionarse con otros o sus instintos podrían jugarle una mala pasada en algún momento.

La edad oficial eran los 5 años, pero muchos desarrollaban sus instintos antes, a él le había pasado, y las guarderías lidiaban con ello mucho mejor de lo que podría hacerlo un omega sin cualificar, que ni siquiera tenía tiempo para atenderle adecuadamente.

Miró su teléfono móvil, Zec no paraba de escribirle y llamarle, Ivory había silenciado su teléfono a propósito.

—¿Señor? —escuchó que le llamaba, sabía que se había rociado repetidas veces el ambientador que había comprado, había escuchado sus toses, pero era altamente eficaz. No lo había olido llegar.

—¿Qué? —Notó como el omega se encogía ante su tono.

—¿Puedo limpiar su habitación? —preguntó.

Ivory estaba a punto de reprocharle la interrupción, y entonces lo recordó. Su ropa estaba llena de feromonas sexuales, no iban a caer en eso de nuevo. Y había sido el omega el que se había dado cuenta.

Lo que le dejaba a él en una posición realmente mala.

—No, no la limpies hoy —dijo, no es como si estuviera sucia, no es como si antes de ese omega hubiera tenido un servicio diario.

Era una persona ordenada y que pasaba realmente poco tiempo en su apartamento.

El omega miró un poco por debajo de su flequillo rubio, rara vez le miraba a los ojos e internamente Ivory lo agradecía.

OmegaWhere stories live. Discover now