Capítulo 9

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Oker volvió a tomar su coche, montó a Kyle en él, y condujo hacia el centro de la ciudad.

En esos tres días había podido pensar en todo lo ocurrido, y se daba cuenta de que había sido un iluso. No había muchas más opciones para él que volver a ese trabajo, pero con la mente fría le asaltaban las dudas. Quizás el alfa solo había dicho lo que había dicho porque había otros delante, pero cuando llegara le diría que ya no quería seguir contratándole y no le pagaría.

Iba con la idea de al menos pedirle el pago por los días trabajados.

En su mente, había tenido aquella conversación mil veces. Quería mantenerse firme, serio, no quería sucumbir a su mirada dura, a sus palabras hirientes.

Él había hecho un trabajo y merecía que se lo pagaran.

Pero en todas sus conversaciones mentales, perdía. Siempre perdía. Y cuando llamó al portero automático, pensó que quizás aquella conversación nunca se daría si él no le abría.

Pero la puerta se abrió y subió en el ascensor lleno de ansiedad. Kyle dormía en sus brazos, hacía tiempo que casi no podía con él, aunque fuera un niño, era un alfa y notaba su cuerpo aún sensible por el celo calmado con los medicamentos.

Si aún iba a seguir trabajando para ese alfa tendría que hacerse con supresores aunque fueran de menor calidad, porque ese episodio se iba a volver a dar eventualmente.

Hacía años que no tenía que sufrir los estragos de estar cerca de alfas, y los que estos podían llegar a provocar.

Miró a su hijo aún dormido, en unos años, Kyle sería un alfa de pleno derecho y todo cambiaría. Besó su frente y trató de no pensar en el futuro.

La puerta de la vivienda se abrió, y el alfa le miró como si él mismo no esperara que Oker volviera.

—Tienes que hacer algo con él. —Fue todo su saludo, pero se apartó para que Oker pasara y eso le tranquilizó.

Volver a esa casa, después de días apartado le parecía un tanto irreal, como si todo lo que había pasado allí solo hubiera sido un sueño.

Pero no, no lo había sido, había sentido a ese alfa duro contra su cuerpo, había sentido la necesidad por él, y eso le hizo enrojecer.

Cargando aún con Kyle, el alfa le señaló la habitación. No había ni rastro de todo lo que allí había pasado. Dejó a su cachorrito en la cama tapado con una manta y volvió al salón de la vivienda.

El alfa le estaba esperando, hubiera deseado que no estuviera, que se hubiera ido sin despedirse como siempre.

Pero no, le clavaba sus oscuros ojos inquisitivos como si en cualquier momento Oker fuera a realizar algún extraño movimiento.

En una bolsa llevaba la ropa que le había prestado Milo, y se la tendió al alfa.

—Es la ropa que me dejaron el otro día —al alfa parecía que le estuviera entregando una bomba— el omega de su amigo, señor.

Pareció que la luz iluminó aquella mente hecha para atormentarle.

—Déjala ahí, ya se la daré otro día.

Oker obedeció y la dejó donde le había dicho.

Sin más que decir, ambos se quedaron en silencio.

¿No iba a irse? ¿O es que en realidad sí iba a despedirle? Podría no haberle abierto y dejado acostar a su hijo.

Las tripas se le contrajeron, todo su discurso olvidado por la presión del alfa en el ambiente.

—Lo del otro día no puede volver a ocurrir. —Oker le echó una ojeada, se mordió la lengua para decir que eso ocurría por dejar una habitación repleta de feromonas sexuales que un omega debía limpiar. Pero no lo dijo, por supuesto, solo asintió.

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