Capítulo 10

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Milo llamó por quinta vez al timbre, pero no obtuvo respuesta.

Sabía por Zec que Oker seguía trabajando para Ivory, así que estaría en su domicilio. Quizás se estaba excediendo, quizás Oker no quisiera verle.

Cuando iba a llamar la sexta vez, la puerta se abrió.

No iba a mentir, se sentía un tanto nervioso, no era su talante hacer ese tipo de cosas, invadir el espacio de los demás e imponer su presencia.

Él no era así, pero apretó las bolsas que llevaba en las manos dándose ánimos mientras el ascensor subía.

Volver a ver a Oker le traía viejos recuerdos que quería enmendar, nunca fueron cercanos, Milo no pertenecía a su círculo, pero los miraba deseando alguna vez ser uno de ellos.

Cuando Oker abrió la puerta se le notaba la incomodidad en cada poro de su piel.

—Hola —saludó intentando no mostrarse nervioso, pero fracasó.

Oker, con sus ropas viejas y gastadas, su aspecto descuidado, su olor prohibido, era de lejos el omega más impresionante que Milo hubiera visto nunca.

Oker había sido la vara con la que todos ellos se medían en la escuela, buen estudiante, perfecto en sus maneras, hermoso como ningún otro.

Y ahora necesitaba un corte de cabello con urgencia, algo de ropa nueva, y probablemente una mejor alimentación para equilibrar la tersura de su piel.

No pudo evitar mirar sus manos, donde retorcía un trapo con el que habría estado limpiando.

—Hola, el señor no está —dijo casi sin mirarle.

—He venido a verte a ti —dijo tratando de restarse los nervios con una gran sonrisa.

—Papi, papi —escuchó a su cachorro llamarlo, y aunque las bolsas estaban repletas de cosas para el niño, no esperaba verlo allí.

Lo notó suspirar, no le quería allí, y casi estuvo por irse, había sido una completa estupidez, como siempre.

—Hola —dijo el niño escondido detrás de las piernas de su padre, y Milo sonrió, era un cachorro precioso, sus ojos oscuros lo miraban lleno de curiosidad.

—Hola, yo soy Milo, ¿te acuerdas de mí? —dijo sonriendo.

El cachorro miró a su padre, y este asintió.

—Sí, eres el omega bonito del otro día.

Milo sonrió y miró a Oker, que miraba al niño con una pequeña sonrisa.

—Te he traído unos regalos, Kyle.

El niño dejó atrás las piernas de su padre, sorprendido y esperanzado.

—¿Regalos? —Pero esta vez no fue el niño, sino el padre —¿Por qué?

El recelo fue casi como una bofetada, pero Kyle ya estaba mirando las bolsas en el suelo y sus ojitos suplicantes parecieron calmar a su padre.

—¿Quieres pasar? —dijo al fin.

—Gracias.

La casa olía a limpio, y se podían ver algunos elementos de limpieza.

Milo tenía servicio doméstico, nunca hubiera pensado en hacerlo él mismo, en realidad no sabría ni por dónde empezar.

Llevó las bolsas al sofá y el cachorro le seguía como si él fuera el flautista de Hamelín.

Cuando sacó el primer juguete, los ojos del niño fueron como un regalo de Navidad. Sintió una punzada de nostalgia y notó cómo le tembló levemente el labio.

OmegaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz