Capítulo 40

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Zec tenía una taza en las manos y delante dos alfas que le miraban.

Después de semanas había tomado el valor y había marcado el teléfono que tenía almacenado en su teléfono.

Miró por un momento a su alrededor, aquella casa era muy distinta a la suya propia, aquello era un hogar. Había juguetes y un poco de caos por todos lados, pero se sentía bien.

Milo estaba recogiendo sus cosas y estaba buscando un lugar para él, Zec ya le había dicho que no había prisa alguna, e incluso que podía irse él. Pero el omega tenía una cierta fijación en hacerse su propio camino.

Su omega era infinitamente más valiente que él, que le había temblado la mano con el teléfono sin atreverse a marcar un simple número.

Olson y Thar le miraban, no se lo estaban poniendo fácil, nada fácil.

Olson dejó su propia taza sobre la mesa y rompió el incómodo silencio.

—O sea que te gustan los alfas, ¿lo has aceptado ya? —dijo el cabrón.

—No lo sé, puede que sí, nunca he estado con alguno.

—Te gustan —sentenció Thar— pero puedo entenderte, Olson lo tuvo muy claro siempre, yo no.

—¿Cómo fue para ti? —preguntó Zec, sí, le atraía ese alfa, los dos, de un modo que no llegaba a comprender. Pero había ido allí a por respuestas no a bajarse los pantalones, ¿verdad?

—Olson fue a la comisaría en la que yo trabajaba —contó Thar.

—¿Eres policía? —se sorprendió Zec.

—Era, al parecer mi gusto por los alfas les resultó un problema a esos hijos de puta —dijo agresivamente Thar.

—Lo siento.

—A veces hay que elegir —dijo Thar— o ser lo que uno es y asumir las pérdidas, o vivir una vida en la que sientes que te ahogas.

—Siento que me ahogo —reconoció en voz alta.

Olson por primera vez desde que le había conocido le sonrió, y Zec enrojeció levemente.

—Le conocí porque vino a denunciar una agresión a un grupo de omegas de la asociación —continuó Thar— nadie le hizo el más mínimo caso.

—Salvo tú —le corrigió Olson, ambos se miraron y Zec se sintió un puro voyeur, pero era incapaz de dejar de mirarlos.

—Mucho sexo después me di cuenta de que le amaba, pero casi le pierdo en el proceso, me costó asumirlo.

—¿Cómo lo hago? —Sonó un niño delante de esos dos alfas que parecían estar hechos de piedra solida.

—Dándote la oportunidad, creo que ya has empezado, ¿verdad? —dijo Olson sonriendo de nuevo y levantándose.

Zec asintió hipnotizado mirándole, y el alfa se inclinó sobre él, empezó a hiperventilar, los labios cálidos de Olson se posaron contra los suyos, el movimiento contra los suyos acabó con sus lenguas lamiéndose.

Fueron sus brazos los que se agarraron al cuello del alfa, y las manos de este las que se metieron tras su espalda para alzarle y agarrarle por las nalgas.

Notó el olor picante, la excitación de un alfa, y ese alfa era Thar mirándolos, no iba a mentir en que había fantaseado en estar en medio de esos dos, y al parecer su fantasía iba a cumplirse, porque Olson lo levantó para llevarle junto a su pareja.

Thar lo recibió lamiendo su cuello y por una vez en su vida, sentirse manejado por otro, en este caso dos, le hizo sentir tan bien que de verdad se sentía libre de su propio cuerpo.

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