Capítulo 31

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Zec necesitaba aire, y por qué no decirlo, necesitaba enfrentar aquel problema.

Había estado huyendo de él , pero no iba a desaparecer, no iba a ser otra cosa que no era por arte de magia.

Desde la tarde en la que intentó acostarse con su omega todo se había desmoronado en su vida.

Había acabado llamando como un imbécil a Petra, y esta, por evitar que sus vecinos llamaran a la policía había cedido y le había abierto la puerta.

—¿Qué haces aquí? —fue todo su saludo.

Se lo merecía, sin duda se lo merecía, ella ya le había dicho que entre ellos ni había ni habría nada más mientras estuviera casado y no enfrentara la verdad.

—No soy capaz, Petra.

Ella rodó los ojos, sabía que estaba cansada de él, incluso él estaba cansado de sí mismo.

—Tu omega se merece una explicación —le dijo enfadada cuando le contó lo que había pasado.

—Parece que te importa más él que yo —atacó Zec molesto.

—Lo que importa es que te casaste engañándolo, ocultando algo que hasta hoy sigues haciendo, y eso no es justo —ella era preciosa, una beta como no había conocido a otra, capaz de serenarlo con su sola presencia, y a la vez con la capacidad de incendiarlo todo con una mirada.

—¿Y qué es justo?

—Madura, Zec, madura y deja de herir a las personas a tu paso.

Al menos, esa noche le dejó dormir en su sofá, hubiera suplicado por meterse en su cama, por sentir aunque solo fuera un 10% de lo que había sentido cuando habían estado bien.

Pero hasta él sabía que aquello era imposible, su vida se había ido a la mierda, y el único culpable era él. Aceptar esa realidad le había costado, era mucho más fácil culpar a los demás, lo llevaba haciendo toda su vida, ¿no?

Tomó otra copa como si fuera el aire que le faltaba.

—¿No crees que has bebido suficiente, amigo? —Ese amigo sonaba a como si la persona que lo había dicho le hubiera insultado.

Era uno de esos dos alfas con los que Milo parecía tener una amistad, Thar, esos alfas que se besaban entre ellos como si fuera la cosa más normal del mundo.

Ese sitio no le gustaba, esos alfas no le gustaban, debería decirle a Milo que se fueran, pero entonces tendría que hablar con él, quizás si lo hiciera en un estado de total embriaguez sería más sencillo, quizás solo quería emborracharse y olvidarse de todo.

—¿A ti qué coño te importa lo que yo haga? —le contestó de malos modos.

El alfa le miró como si fuera a atacarle, quizás una pelea estuviera bien, aunque él no hubiera tenido nunca una y ese alfa pareciera hecho de piedra sólida.

Pero el alfa se calmó, y solo le quitó la copa de la mano.

—¿Qué coño...?

Pero no le dejó acabar cuando se le acercó demasiado rápido, o quizás era que él estaba ya lo suficiente mal para que el mundo se moviera a otro ritmo diferente al suyo.

—Mira, trozo de mierda —le dijo muy bajo y muy cerca de su oído el alfa— no vas a humillar más a Milo, así que deja de hacer el imbécil, vete a casa y duerme la mona.

—¿O qué? —dijo, Zec no era un alfa minúsculo, pero no podía compararse a ese alfa, sus músculos parecían hinchados, y con facilidad Zec debería mirar hacia arriba para encararle.

OmegaWhere stories live. Discover now