Capítulo 23

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Milo no había salido de casa en días, de hecho, no salía prácticamente de la cama.

Sabía que algo no estaba bien en su matrimonio, lo había sabido desde el primer momento, pero no lo había querido creer.

Pensaba que las cosas cambiarían, que mejorarían. Pensaba que su celo llegaría en algún momento, y que su alfa lo querría entonces.

Era inocente, pero hasta él sabía que un alfa no necesitaba que un omega estuviera en celo para tener sexo.

Ahora sabía que a su alfa no le excitaba, y su celo no llegaba, y a ese ritmo ni siquiera sabía si con él, Zec le buscaría. Y aquello le aterrorizaba.

Zec lo intentó, Milo lo sabía, lo intentó, y la culpa era de Milo que no era capaz de atraer a su alfa.

Zec no volvió aquella noche, y al día siguiente fue incapaz de mirarlo, Milo decidió que lo mejor era hacerse invisible, y el alfa ayudó a la perfección.

La llamada de Oker lo pilló desprevenido. Su padre había llamado varias veces, pero Milo tuvo que mentir  malamente para no preocuparlo.

¿Salir? Milo no tenía ánimos para hacer nada, y menos para ponerse delante de otro omega que aún en su peor momento tenía a un alfa que se preocupaba por él.

Estaba siendo injusto, lo sabía, pero el sentimiento de envidia no era ajeno a él. Mucho menos cuando se trataba de Oker.

Pero la duda en su voz le pudo, ¿le estaba pidiendo ayuda con aquello?

—Sí, claro, ¿a qué hora? Me encantaría ir contigo —le contestó tratando de ser lo más amigable posible.

Escuchó un suspiro de alivio del otro lado de la línea.

Oker le dijo si quería ir con él desde la casa de Ivory, y Milo aceptó.

Cuando colgó salió de aquella habitación por más de 24 horas.

Se miró en el espejo del baño, estaba horrible, su piel parecía grisácea, su pelo sucio y sus ojos tristes.

Con los ojos poco podría hacer pero el resto podría mejorarlo.

Por lo que había dicho Oker, era una asociación para omegas, para omegas como él había dicho.

Vio bajar a Oker y a Kyle del apartamento de Ivory, y no tuvo que tenerlo cerca para olerlo. Ivory lo había impregnado de sus feromonas, tanto que a Milo hasta le hizo estornudar.

Oker bajó la mirada sonrojado.

Milo tragó el nudo en su garganta y trató de sonreír.

—¡Milo! —corrió hasta él Kyle abrazándolo. Milo contuvo la emoción, pero lo abrazó con fuerza.

El niño era tan cariñoso y alegre, y vestía uno de los conjuntos que él le había regalado. Parecía brillar de felicidad. Y Milo también pudo oler a Ivory en él. Lo había aceptado como suyo, tanto al cachorro como al padre.

Eso era bueno, era muy bueno.

—Yo tengo un coche, no es la gran cosa, pero... —dijo Oker un poco avergonzado al señalar el coche destartalado aparcado en la acera más próxima.

—Estupendo, los taxis son un engorro —mintió intentando hacerle ver que su vehículo no tenía nada de malo.

Oker sonrió agradecido, y ambos omegas se dirigieron al centro.

—Muchas gracias por acompañarme, Milo —dijo Oker sin apartar la vista del frente. Él no sabía conducir, y ni siquiera se le había pasado por la mente que pudiera hacerlo.

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