Capítulo 3: Descubriendo

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                La mañana siguiente despertó a Harry con un brillante sol, era un típico día de verano, el joven de ojos verdes se colocó sus lentes para poder reconocer correctamente la habitación, entonces recordó, Kingsley, su maestro de pociones, Dumbledore, la cena junto al matrimonio. Bostezo. Harry se sentó en la cama, y entonces vio, doblado a los pies de la misma, un conjunto de ropa en tonos tierra perfectamente acomodada, la noche anterior Lidia, la elfina domestica de su maestro y el jefe de aurores le había preguntado por su preferencia de ropa y color, Harry había contestado, sabía que era inútil negarle información a un elfo doméstico, pero ahora se preguntaba como la criatura había comprado las cosas si él no le había dado el dinero.

   Harry bajo las escaleras despacio, era temprano en la mañana y era jueves, pero no tenía muy claro cuáles eran los horarios de los hombres, no quería sentirse una molestia para ellos, más de lo que ya se sentía por haber invadido la casa. Aunque él sabía que técnicamente no era cierto, que había sido invitado y que le habían dicho que no molestaba, aun así su cabeza no dejaba de repetirle que era una molestia allí.

  Tan ensimismado en sus pensamientos como estaba, no se dio cuenta que había llegado a la cocina.

  Severus y Kingsley estaban en la cocina haciendo el desayuno para tres, el pocionista tenía la cabeza pegada a la mesa, las olas de dolor le daban la sensación de que moriría gracias a ellas, no era cierto, había experimentado cosas peores, pero el caso era que en ese preciso momento no recordaba todas las veces anteriores que había estado en la misma posición. El jefe de aurores dejo una taza de té con poción para el dolor delante del hombre gruñón, acaricio su espalda antes de alejarse y terminar de preparar el desayuno. Sabía muy bien que Severus odiaba que lo compadeciera, habían aprendido a cuidarse, ambos eran demasiado tercos cuando estaban heridos y por lo general ninguno estaba dispuesto se verse o sentirse débil, lo que generalmente causaba más problemas ya que no eran capases de guardar reposo absoluto o mantenerse alejados de su trabajo por más de unos pocos días.

   Un ruido en la puerta obligo a Kingsley a girarse y a Severus a levantar la vista de su taza de té, pudieron notar que el joven estaba completamente ensimismado en sus pensamientos, sin notarlos en absoluto. El jefe de aurores, que era el único adulto con capacidad de movilidad en ese momento se acercó un poco cauteloso al joven que aun tenía la mirada perdida.

   — ¿Harry?

   La voz del hombre saco a Harry se sus pensamientos de forma abrupta.

   —Lo siento—se disculpó rápidamente el jefe de aurores—. Te veías aún poco ido.

   —Sí, yo...—Harry no supo cómo continuar.

   —El desayuno está listo, siéntate—indico la silla Kingsley—. ¿Huevos y tostadas está bien para ti?—pregunto desde la estufa donde estaba preparando la comida.

   —Sí señor—contesto antes de mirar directamente a su maestro de pociones—. ¿Está bien señor?

   —Sí.

   Por la mirada en el rostro del joven era obvio que no creía en sus palabras, a lo que Kingsley rio mientras colocaba los huevos delante de Harry y una poción nutritiva justo al lado de su taza.

   —Es un día malo porque no puede tomar pociones para el dolor—explicó con paciencia mientras instaba al joven a servirse.

   Harry estaba abrumado por todo, no era como los Weasley que ponían comida en la mesa a derrochar, ni como Hogwarts donde simplemente había más comida de la que uno podía ingerir. Allí había solo tres platos con huevos revueltos, unas cuantas tostadas, jugo, miel, café y leche. Eso hizo sentir bien a Harry, era un desayuno balanceado, pero no había desperdicio de comida, lo que el odiaba con fervor puesto que rara vez durante su infancia había podido desayunar correctamente.

LagrimasWhere stories live. Discover now