Capítulo 9 Arreglos

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                Cuando los tres se calmaron y el dolor y angustia inicial paso, Kingsley tuvo la idea de mostrarle el cuarto que habían creado para él cuando era pequeño, habitación que mantuvieron intacta, ninguno de los dos adultos había sido capaz de quitar algo de la habitación, sabían que Lidia la mantenía limpia, sin polvo ni polillas. Algunas noches, las que estaban cargadas de pesadillas y dolor, Severus o Kingsley se sentaban en la mecedora, o pasaban horas parados en la puerta sin atreverse a entrar. Liam por su parte estaba emocionado, ver el cuarto que había sido suyo cuando era un niño pequeño estaba cargado de emoción.

       Al entrar lo primero que noto era que el cuarto era azul, diferentes tonos de azul, con estrellas en el techo y animales mágicos en las paredes, pero todo era azul, sonrió, el azul era su favorito, y eso no había cambiado, noto también la cuna que tenia mantas y sabanas apiladas, así como un pequeño pijama verde y dorado, el obvio resultado de ser hijo de dos Slytherins, soltó una pequeña risa mientras sus manos acariciaban la tela, dentro de la cuna también había un pequeño hipogrifo de peluche, sobre ella había un colgante de hipogrifos el cual parecía ser un tema recurrente en el cuarto.

       ―Es lo único que tenías cuando te recogí aquella noche, ese peluche y una sábana blanca que estaba muy arruinada para guardar―explico el jefe de aurores.

       Liam sonrió y tomo el pequeño juguete en sus manos mientras seguía mirando la habitación, había un cambiador de pañales, muy muggle, había un librero lleno de cuentos infantiles, un baúl repleto de juguetes tal era el punto que ni siquiera cerraba, y un armario, la habitación también tenía una gran alfombra en tonos azules claros, el joven suponía que él había pasado horas allí jugando con sus padres.

       ―Era muy consentido―murmuro aún abrazando el hipogrifo.

       ―Oh si, entre tus abuelos, tus tíos, algunos amigos y nosotros mismos, siempre estábamos comprándote cosas...―contesto Kingsley.

       Liam sonrió.

       ―No hay kit de pociones―bromeo con su padre que se veía perdido en sus pensamientos.

       ―Eras mu joven entonces, pero tienes un agitador y un caldero de juguete en ese baúl, y pese a todo lo que día Rey, eran de tus favoritos...

       Kingsley resoplo, ganándose al mismo tiempo una carcajada de su hijo.

       ―Ahora mi niño tienes dos cuartos, puedes usar el que quieras, no debes mudarte a este si no lo prefieres, he notado que te gusta tu balcón...―dijo el jefe de aurores.

       ―Me gusta el olor a mar.

       ―Pues no hay problema entonces, solo quería que vieras tu cuarto, que sepas que te esperamos y te buscamos...

       Liam miro a sus padres con ojos acuosos y se acerco a ocultar su rostro en el pecho de Kingsley. El hombre naturalmente irradiaba protección y en ese momento le estaba demostrando que solo buscaba lo mejor para él.

       Esa noche Liam se acostó en su cama abrazando firmemente el peluche de hipogrifo de su infancia, había sido arropado por sus dos padres, ambos lo habían besado en la frente como hacían cuando era pequeño y le habían deseado buenas noches antes de retirarse, el joven de dieciséis años se sentía conmocionado y feliz por la atención que estaba recibiendo, era todo lo que una vez soñó, todo lo que siempre quiso. Para Kingsley y Severus poder acostar a su hijo luego de catorce años separados había sido la mejor experiencia, ver al niño de brillantes ojos azules acurrucarse debajo de las mantas con la mano envuelta en el pequeño peluche.

       El jefe de aurores soltó un suspiro tembloroso cuando salió del cuarto de su hijo, no estaba siendo fácil para el recuperarse de la conmoción, era, aunque un hombre entrenado, mucho más dócil y sensible que su esposo que podía ocultar sus emociones detrás de una máscara imperturbable. Tan perdido en sus pensamientos como estaba se sobresalto al sentir las manos de su esposo rodearlo en un abrazo.

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