Capítulo 21 Verdades e interrogatorios

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Severus salió del flu aún conmocionado, al juicio había sido en extremo revelador. Le hubiera gustado quedarse al interrogatorio, pero no era un caso de los Innefables por lo que no era del todo legal, y con las cosas como estaban debían de hacer todo lo mejor posible, sabían que si cometían un desliz Dumbledore lo usaría para desestimar su caso y no era lo que necesitaban, sobre todo lo que querían era poder ponerlo tras las rejas para siempre. El pocionista llego a su oficina, agotado, con sus emociones revueltas pero se dispuso a preparar el paquete que debía enviar a su hijo, Kingsley le había dado una carta para Liam pues no podría estar allí para armar el paquete, era probable que volviera tarde en la noche, Severus sabia que su esposo estaría angustiado, lo había estado durante todo el caso y no podía imaginar como resultaría después de interrogar a Molly.

Así fue como lo encontraron Killian y Tom, al llegar a la casa, colocando todo en una pequeña caja encantada que se enviaría a Francia esa misma tarde, a su lado había un cafe sin tocar.

—¿Qué hacen aquí? ¿todo está bien?— pregunto Severus al verlos llegar por la red flu de su oficina.

—Todo bien—lo calmo Kilian —hay algo de lo que nos gustaría hablar...—dijo.

—Claro, por qué no almorzamos en la cocina—invito— ¿o es algo más formal?—pregunto.

—La cocina está bien— contesto Tom, aún algo inseguro con la visita.

Los tres hombres se sentaron a la mesa y esperaron hasta que Lidia sirviera la comida, Severus se encontraba nervioso, no tenía muy claro que había llevado a ambos hombres hasta su casa, y mucho menos con una actitud tan misteriosa y poco propia de ellos, no le gustaba, ninguno de los dos daba buenas noticias cuando se ponían en ese estado.

—había algo que me gustaría comentarte...— empezó Tom mientras jugaba con el estofado que Lidia había servido—hace una semana más o menos volví a la mansión Graunt para realizar una inspección y ver cuáles eran los arreglos que debían realizarse...

—Si...—contesto Severus sabiendo que ese era el caso.

—Me encontré con el tapiz familiar allí — Tom trago, no había forma fácil de decirlo por lo que simplemente metió la mano en su bolsillo y saco el tapiz encogido.

—¿Que es?— pregunto el pocionista cuando se agradó y el hombre se lo entrego.

—El tapiz...

Severus volvió la mirada a la tela que ahora se extendía por un lado de la mesa y allí lo vio. Tan claro como el agua, el nombre de su madre y el suyo propio unidos al de Tom Riddle Graunt, de su nombre salían los de Kingsley y Liam, realmente no sabia que pensar, se quedo observando la tela casi como si esperara que todo se desvaneciera y le dijeran que era una muy mala broma.

—No hay una forma fácil de decir esto—continuo Tom notando la palidez en su hijo— Pero tienes que saber que no tenia ni idea, no sé por qué Eileen no me dijo nada, pero te juro que no sabía que eras mi hijo...

Los ojos de Severus no se apartaban del tapiz, había odiado a Tobias, había odiado que su madre se quedara con ese hombre pese a lo que le hacia a él, era un gran balde de agua fría saber que ese hombre no era su padre y que siempre había podido ser el hijo de otro. No es que Tom Riddle fuera la mejor persona, pero Severus sabía que no fue hasta 1980 que el hombre había sucumbido por completo a la locura. Severus trago, sentía odio, enojo, tristeza, anhelo, quizás, hubiera tenido alguien que se preocupara por él, no sabía por que su madre no le había dicho, igual que no sabía por que se había quedado con Tobias, no había hablado con ella desde sus 17 años, ahora creía que debía buscarla y averiguar que diablos había pasado.

LagrimasWhere stories live. Discover now