Capitulo 7 Liam...

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    Severus estaba sentado esperando la realización del ritual, sus piernas se movían impacientemente, incluso bajo el fuerte agarre de Kingsley en su rodilla. Puede que él no fuera quien trajo el niño a la casa con solo unos días de nacido. Pero Severus había amado a ese pequeño desde el primer momento, aun con las peleas que eso trajo al matrimonio. Severus había llorado durante años a su hijo, saber que estaba al otro lado de la puerta, saber que había estado frente a él todo el tiempo estaba haciendo estragos con su cordura. Kingsley no estaba mucho mejor el agarre en la pierna de su esposo era el único cable a tierra, lo único que en ese momento lo mantenía cuerdo y a su vez se aseguraba de no ir directo a la oficina del director de Hogwarts a cometer un crimen. Ciertamente el era el tranquilo en la relación matrimonial, para sádico estaba Severus, eso fue claro hasta que tocaron a su hijo y esposo, entonces no había poder humano en la tierra que pudiera detenerlo.

    ―No matamos ¿verdad? ―murmuro por lo bajo el jefe de aurores.

    Severus por su parte le dedico una mirada que parecía preguntar si estaba seguro de aquella afirmación. Porque él ciertamente no.

    Fue la hora más larga de su vida, no sabían muy bien que esperar, que seria de su hijo al salir por esas puertas. Cuando el goblin salió un momento para indicarles que podían pasar ambos se pusieron de pie de forma tambaleante, estaban aterrorizados de lo que sea que pudieran encontrar dentro.

    La habitación estaba mayormente a oscuras, era una enfermería, en una de las camillas descansaba un joven, cabello oscuro y piel pálida, a simple vista era la copia perfecta del pocionista.

    ―Esta bien― informo uno de los duendes.

    ―Se esta recuperando del shock mágico y la rotura de ataduras―explico otro ―, probablemente descanse un poco más antes de despertar, entregare un listado con todo lo que se hizo y lo que el joven tenia―el duende hizo una pausa antes de continuar― es sorprendente que se haya mantenido vivo.

    ―Además de la purga hemos tenido que realizar curaciones, fue extremadamente necesario, su cuerpo estaba débil―dijo el primer duende―, esta es la lista de lo que se hizo.

    Severus tomo el pergamino jadeo ante la longitud del mismo, no era sanador, pero no era idiota, sabía que ese largo era impropio para un joven de dieciséis años, termino de acercarse a la cama del niño, sus manos instintivamente fueron a su cabello, oscuro como el suyo, había amado eso del pequeño, con los ojos cerrados era su copia perfecta, con los ojos abiertos el niño había sido la perfecta mezcla con Kingsley, heredando sus profundos ojos azules. El jefe de aurores agradeció a los duendes y se sentó junto a su esposo decididos ambos a velar por el bien estar de su hijo recién recuperado.

    El pocionista tomo el pergamino y comenzó a leer horrorizado por las cosas que había pasado su pequeño, Kingsley se acercó y leyó jadeando, para Severus era tan similar a su infancia que le aterraba, había todo tipo de heridas, enumeradas en distintos tipos de escalas de gravedad, raspones y quemaduras leves, hasta conmociones cerebrales de diferentes gravedades, infecciones sin curar, huesos mal soldados y una de las magias más nocivas, su pequeño había sido receptor de un Horrocrux, una de las magias más oscuras y peligrosas que podía hacer el hombre. Los duendes habían, con mucho esfuerzo reparado cada herida y eliminado cada poción y magia que no debía estar en el cuerpo del niño. Claro aún horrorizaba a los hombres el hecho de que alguna vez su hijo sufrió y paso cada suplicio, pero un aparte de ellos se calmaba al saber que ahora el pequeño Liam estaba a salvo, de vuelta con ellos.

    Fueron varias horas después, con el cuerpo mucho más relajado que Harry pudo despertar, era casi el medio día, ninguno de los adultos se había apartado de al lado del niño. Poco a poco el joven fue abriendo los ojos, unos impactantes ojos azules que brillaban confundidos.

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