Capítulo 4: señor y señora Shacklebolt

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    Unos días después cuando Severus ya estaba mucho más recuperado de sus heridas y Harry ya se instaló correctamente en la casa y en la rutina de los hombres, los tres decidieron ir al mar, el más joven estaba ilusionado con la perspectiva de pasar un día en la playa, tanto el pocionista como el auror habían notado que el joven pasaba bastante tiempo en el jardín pero que nunca se había aventurado hasta la playa, por mucho que esta estuviera dentro de las protecciones de la casa. Por eso esa misma mañana aprovechando el día soleado en las costas de escocia y la mejora en el estado de salud del pocionista, así como el hecho de que era domingo, único día libre del jefe de aurores, Severus y Kingsley le dijeron a Harry que pasarían el día en la playa de la propiedad.

    Se instalaron cerca de la orilla, Severus coloco la sombrilla y la manta bajo ella, fue extraño para el joven estudiante ver a su maestro que usualmente vestía por completo de negro, usar ropa de lino blanca, Kingsley por su parte llevaba ropa común de playa shots y camiseta de mangas cortas. El pocionista se acomodó bajo la sombrilla con una novela de misterio en sus manos, decidido a ignorar a su exaltado esposo que parecía haber retrocedido a la edad de quince años.

    Un par de horas después y una excelente victoria por parte del joven en los bolos de playa los tres se dispusieron a comer lo que Severus había preparado esa mañana para comer en la arena, todo consistía en sándwich de varios tipos, jugos de fruta, ranas de chocolate de postre para el joven y para ellos pudin de queso. Harry nunca había experimentado la sensación de confort y seguridad que sentía al estar rodeado de esos dos hombres, era como estar en casa, ambos se preocupaban mucho por él, su maestro de pociones había demostrado con creces que no era lo que todos pensaban, había cuidado a Harry, le había comprado ropa, lo alimentaba, incluso corregía sus tareas de verano, Kingsley por su parte siempre estaba ahí para dedicarle una sonrisa, hacer el desayuno, jugar al ajedrez, o hablar de cualquier cosa que aquejara su corazón en esos días.

    ―Ponte más protector Harry, estas rojo―dijo el pocionista luego de escuchar que volverían a jugar en el agua.

    ―Si señor―contesto mientras lo miraba con asombro.

    El hombre demostraba un nivel de preocupación y cuidado que solo había visto en el señor Weasley cuando se trataba de sus hijos y por supuesto del pocionista quien parecía tener un trato preferencial por parte del pelirrojo.

    ― ¿Vendrás al agua con nosotros?―pregunto Kingsley―, voy a enseñarle a Harry a pararse en una tabla―aclaro.

    ―Quieres matar al niño―murmuro Severus mientras se ponía de pie y salía de debajo de la sombrilla.

    Harry observo como su maestro se acercaba a ellos con una sonrisa jugando en sus labios, era evidente para el más joven que Kingsley era la debilidad del pocionista y si un día alguien osaba hacerle algo al auror pagarían el precio bajo la varita de Severus Snape. Harry en los pocos días que llevaba viviendo con los hombres nunca había visto una pelea, una queja o recriminación, muy diferente a los Dursley o incluso los Weasley, que siempre alguien estaba recriminando algo o quejándose por algún motivo, ellos eran un matrimonio muy pacifico.

    ―Protector solar señor―dijo Harry tendiéndole el pomo blanco con letras azules.

    Kingsley estallo en carcajadas al escucharlo, generalmente nadie tomaba confianza con el hombre, aunque se estaba haciendo muy evidente que el joven no temía del pocionista, quizás eso tenía que ver con la cantidad de veces que había enfrentado destinos mucho peores que un maestro gruñón. Severus acepto la crema solar y luego de colocarla en su rostro y brazos lo dejo caer en la manta bajo la sombrilla.

    ―Déjame rehacer el hechizo de tus lentes―dijo el maestro acercándose al niño.

    Le habían colocado un hechizo para que sus lentes no se cayeran ni se arruinaran con el agua o la arena, además de la posibilidad de que pudiera ver bajo el agua. Curiosamente la parte más divertida para el joven fueron los veinte minutos que su maestro dedico a enseñarle el hechizo y luego los elogios recibidos por parte del ambos hombres al logar hacerlo tan rápido. Harry acepto que el pocionista rehiciera el hechizo en sus lentes, a pesar de saber hacerlo, era una hermosa forma de cuidado que él no pensaba en rechazar.

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