Cap 03

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Hacia una hora que llegué a Mónaco con mi hija, ahora iba en un taxi camino a la casa de mis abuelos maternos ,donde me quedaría por éstas dos semanas de prueba

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Hacia una hora que llegué a Mónaco con mi hija, ahora iba en un taxi camino a la casa de mis abuelos maternos ,donde me quedaría por éstas dos semanas de prueba. Ellos aceptaron de inmediato, siempre sintieron un cariño especial por mi, soy la única nieta mujer y Mía es su única bisnieta.

Había olvidado lo tedioso que es venir en un viaje convencional al principado, no tiene aeropuertos, así que a no ser que seas multimillonario, tengas tu propio jet y puedas utilizar el helipuerto de Mónaco, hay que hacer una parada obligatoria en Niza, y luego tomar un tren hasta Monte Carlo.  Con ese pequeño trasbordo, el viaje desde Barcelona dura 2 horas, para una persona adulta no es mucho, pero para una niña pequeña que no esta acostumbrada, si lo es.

El taxi estaciona en la vereda, mis abuelos nos reciben entre besos y un cálido abrazo. Mia extiende los brazos hacia mi nona Annetta, mientras que Filipo, mi nono, me ayuda con las valijas.

Por la tarde nos encontrábamos merendando en el patio trasero de la casa, Mía correteaba por el césped y jugaba con los adornos del jardín.  Mi abuela me da un suave toque en la muñeca para indicarme que es mi turno para tomar el mate.

Tratamos de ponernos al día con la charla, aunque no había mucho que hablar, después de mi fallido intento de suicidio, toda mi familia se instaló en España hasta que vieron que la terapia funcionaba y que yo también ponía de mi parte para estar mejor.

Llegar al fondo del pozo y encontrar una red de brazos que te rodean y ayudan a hacer pie para tomar impulso me sirvió mucho. En los primeros dos meses había recuperado mi peso normal y mi semblante mejoraba, se sentía bien, aunque necesitaba un cambio de apariencia, algo acorde a mi resurgimiento, me corte el pelo y me saque el platinado, aunque decidí seguir siendo rubia porque siento que me sienta bien.

Mia me saca de mis pensamientos para pedirme que la alce. Mi abuelo nos avisa que saldremos a cenar para que nos comencemos a alistar temprano.

Tardo una hora en bañar y cambiar a la pequeña, le puse un vestido blanco y la peine haciéndole un rodete. Para mi elegí algo cómodo y elegante, una camisa holgada blanca y una falda amarilla.

Cenamos en un restaurante muy elegante de la ciudad, mis nonos no me dejaron pagar la cuenta, volvimos relativamente temprano porque mañana comienzo mi prueba en el trabajo.

Al llegar a casa hago videollamada con Antoine, Mía quería desearle buenas noches.

(...)

Mi teléfono suena y veo el mensaje de Isa indicando que baje a desayunar, le doy un leve beso a Mia tratando de no despertarla, dejo la puerta de la habitación entreabierta para escuchar si llora antes de que me vaya.

—¿Qué haces vos aquí?—digo en un tono divertido cuando veo a Isa tomando mates con mis abuelos.
—¿Después de tantos años siendo amigas no crees que ya me gane un lugar en la familia?—responde en el mismo tono y levantando una ceja.

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