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Tal vez sea por la droga, por el alcohol o por el sueño, pero estaba seguro de que aquella persona no era real. Tenía que ser un producto de su imaginación.

Christian no podía estar en aquel lugar.

No obstante, cuando el rubio habló con otra persona se hizo todo muy real.

Viktor dejó la bandeja e ignoró los insultos por parte de los clientes de la mesa. Qué importaba, si de todos modos nunca le trataban bien, un insulto más, un insulto menos, no le importaba.

Ni siquiera sabía qué le iba a decir o preguntar, y además le daba vergüenza que le viera en aquel estado. Tenía la mejilla hinchada, golpeada y tenía marcas en su cuello y brazos. Debía verse patético y asqueroso. ¿Cómo iba a presentarse en aquel estado a Christian? Él había su mentor, su cuidador, e incluso su amigo.

Christian parecía estar buscando algo por todo el local hasta que sus ojos se cruzaron con Víktor.

Oh.

Viktor se quedó estático mientras Christian parecía convencerse de que conocía a aquel chico delgado, magullado y posiblemente demacrado.

Sí, soy yo.

Pero, ¿quién soy yo?

Viktor a veces se olvidaba de ello. Ese lugar le estaba volviendo loco, y la persona que solía ser se había ido hace mucho tiempo. Ni siquiera sabía qué era el orgullo y la dignidad. ¿Quién era él?

—Viktor.—Su nombre en la boca de aquel chico tan pulcro, lindo, educado e inocente hizo temblar a Viktor. ¿Hacía cuánto que alguien le llamaba por su nombre? ¿O por lo menos para no burlarse o decirlo morbosamente?

Había uno.

Viktor sacudió la cabeza.

—¿Qué haces aquí? Este sitio no es lugar para ti.—Le agarró el brazo y tenía la intención de sacarle a rastras. Él no iba a permitir que alguien como Christian sufriera lo que todos, incluido él, sufrían.

Christian se resistió y lo apartó.

—¿Y lo es para ti? ¿Para todos?—Su tono era tan duro, como si estuviera molesto con el mundo por ello. Viktor también lo estaba. ¿Qué había hecho mal para merecer todo eso? Había sido abusado tantas veces que ya empezaba a aceptar su destino.—Sois niños todavía.

Viktor miró a los ojos a Christian. De repente se sintió pequeño, cansado. Él ya no quería esa vida. Se preguntó cómo es que había pasado de estar todos los días en un internado calentito, con comida y monjas, a estar en un lugar la mayor parte del tiempo desnudo, comiendo de milagro y rodeados de pervertidos adinerados. Era una broma de mierda.

A veces se convenció de que era un castigo para todos por haber sido curiosos en el Internado. Tenían tanta curiosidad por el sexo, por el cuerpo, que ahora ejercían de ello.

Era repulsivo.

—Tienes que irte.—Repitió Viktor. No quería imaginar lo que La Jefa podía hacer si veía a un chico como Christian por aquí.—Lo digo en serio.

Chicos como Christian no frecuentaban sitios así para pagar por sexo. Solo venían si eran drogadictos y era secuestrados por el negocio. Así que si veían a Christian, acabaría igual que él. O peor.

—No pienso dejarte aquí.—dijo Christian firmemente.—A ninguno de mis niños dejaré aquí.

Viktor tuvo ganas de llorar.

Christian era solo unos años mayor que él, y apesar de que era ciertamente más bajo en estatura, daba ese aire...familiar que le reconfortaba. Christian siempre había sido con un colega cuando estaba dócil junto a Connor, como un padre cuando estaba con su sotana y un hermano mayor cuando estaban solos.

No somos pecadores (2.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora