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—Podemos reparar su droide a cambio de dos mil créditos.

El taller de la aldea de Haxby había sido antaño el más frecuentado de la zona. Hábil y capacitado, desde lo alto de sus dieciocho años, el joven mecánico se había creado una sólida reputación. Sin embargo, esta había sido arrasada por un incidente que había tenido lugar meses antes. Un singular rastro de su talento e ingeniosidad se había abierto camino hasta los oídos de indígenas y forasteros. 

—¿Estás de coña, niña? ¿Tú sabes cuánto estás pidiendo solo para reparar esta chatarra?

El sexagenario, situado detrás del mostrador, tenía una cara alargada y arrugada, con un aspecto demacrado, acentuado por la falta de sueño y una rutina de cuidado del rostro deficiente. Su largo vello facial se había tornado gris con el paso de los años. 

—Es lo que costarán las piezas de reemplazo, más la tasa de indemnización. 

El hombre chasqueó la lengua, visiblemente contrariado. 

—¿Dónde está el chaval que trabaja aquí? —preguntó este, con una voz arisca.

—Se ha ausentado por hoy. Soy yo quien está a cargo del taller hasta que vuelva.

—Tenéis suerte de que tenga prisa, porque ese crío es un gamberro. —El tipo dejó caer una bolsa llena de créditos encima de la mesa—. Voy a ofreceros un adelanto, pero más os vale tener este droide en marcha a finales de semana.

La muchacha pelinegra asintió.

—Lo haremos. Que tenga un buen día.

El individuo giró sobre sus talones y se marchó del taller sin despedirse, murmurando algunos improperios. La chica estiró el cuello y echó una rápida mirada hacia la puerta para tener la certeza de que se había ido.

—Ya puedes salir, Aaron —dijo.

El joven, propietario del único taller de reparaciones de los alrededores, hizo su aparición, después de haber permanecido escondido en el trastero durante toda la conversación. 

Era visto como alguien sarcástico y simpático, con un pronunciado carácter coqueto, levantando las cejas y sonriendo a casi todas las chicas que veía. Sin embargo, también resultaba ser muy dulce, y era protector con los que quería, especialmente con su hermana pequeña Lux.

—Buen trabajo, compañera. —Se acercó a la muchacha, deshaciéndose del polvo que se había amontonado encima de su chaqueta negra—. Tendré que contratarte para que me atiendas a todos los clientes. Tienes una cara demasiado candorosa como para que alguien te niegue algo. Debería haberte pedido que me hagas estos favores hace mucho tiempo.

Ella rodó los ojos y se puso de brazos cruzados.

—Me estás metiendo en otro de tus líos por décima vez este mes. No me gusta mentir. Además, ahora todo el pueblo se va a pensar que soy mecánica yo también.

A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora