A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]

33.

Por primera vez he encontrado lo que puedo amar de verdad. Te he encontrado a ti.

—charlotte brontë

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UNA FAMILIAR PRESIÓN en su hombro sacó a Elena de su sueño. Había quedado profundamente dormida en su asiento en el Guantelete mientras regresaban a Nevarro con la flota mandaloriana. El suave ronroneo de la nave había tenido un efecto tranquilizador en ella.

Los cuatro caminaron por la plataforma de aterrizaje, con Bo-Katan liderando el camino. Los mandalorianos de la flota se quitaron el casco, incluida Bo-Katan, y los ojos de todos los demás se posaron en ellos, pero antes de que la incómoda situación se prolongara mucho más, la Armera intervino.

Levantó su martillo y lo golpeó con sus tenazas magnéticas. El sonido metálico resonó en el aire, atrayendo la atención de todos los presentes. Los rostros se giraron hacia ella.

—Bienvenidos, compañeros mandalorianos. Os invitamos a acampar aquí. Preparemos un festín para nuestros invitados.

El efecto de sus palabras fue inmediato y los mandalorianos comenzaron a dispersarse por la zona. Elena notó que Axe Woves y Paz Vizsla parecían seguir inmersos en una especie de duelo de miradas. Con un ligero pero decidido golpe en el hombro de Woves, Bo-Katan hizo que el mandaloriano apartara su mirada, dejando atrás la confrontación silenciosa.

Greef Karga, acompañado de su fiel droide, había estado esperando pacientemente a que los mandalorianos se dispersaran antes de acercarse a Din, Elena y Grogu. Cuando finalmente se encontraron, él y Din se dieron un cordial apretón de manos.

—¡Mando! Bienvenido, amigo mío. Menuda flota has reunido. —Karga entonces le mostró una botella que contenía un líquido anaranjado y se la dio a Din—. Es un regalo de bienvenida para celebrar que hay nuevos vecinos. Viene desde Coruscant, así que quizás prefieras esperar a ser un grupo más pequeño para abrirlo.

—Gracias.

—Y no es el único regalo que tengo para ti.

Grogu hizo un sonido, como si estuviera anticipando algo emocionante. Karga los condujo hasta su despacho en la ciudad, alejándose del bullicio del campamento. Una vez llegaron allí, lo primero con lo que Elena se encontró fue una caja rectangular cuidadosamente dispuesta sobre la mesa.

Karga se acercó a esta y una sonrisa se dibujó en sus labios. 

—La han creado nuestros más hábiles artesanos —le dijo a Elena, mientras hacía un gesto con la mano invitándola a acercarse.

Intrigada por lo que encontraría dentro, Elena se aproximó, sintiendo cómo su corazón latía con intensidad. No se esperaba recibir un obsequio.

—¿Es para mí?