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Te pareces al resto de mi vida

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Te pareces al resto de mi vida.

beau taplin

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LA LUZ DE la habitación los acompañó cada momento de la noche, creando un resplandor tenue que era suficiente para iluminar los contornos de sus cuerpos y revelar las expresiones en sus rostros. El llanto de la chica había comenzado a ceder a medida que los minutos pasaban, dejando a su paso una nariz enrojecida y ojos que, aunque seguían brillosos, reflejaban una calma que antes no había estado presente. 

Durante horas, se perdió en la contemplación del hombre que yacía junto a ella. No pudo resistir a la necesidad de hablarle en voz baja, de volver a deslizar sus dedos por los rasgos del rostro de Din. Cada contacto y palabra era un recordatorio de que aquello era real.

Conforme la noche avanzaba, su mirada comenzó a adormecerse, pero a pesar de su adormecimiento, sus manos instintivamente buscaron a Din. Su cuerpo se había acurrucado junto al de él de una manera casi perfecta: se había acomodado de costado, apoyada sobre su brazo, y con las rodillas ligeramente dobladas hacia su pecho mientras su cabeza descansaba en el hombro de Din.

El brazo del mandaloriano le había rodeado la espalda. Estuvo un buen rato centrándose en los pequeños detalles de ella que había memorizado con el tiempo. La curva suave de su mejilla, el rizo rebelde que se enroscaba cerca de su oreja, y la manera en que sus dedos se aferraban ligeramente a la camiseta de él. 

Elena luchó tenazmente contra el peso del sueño que intentaba reclamarla, manteniendo sus ojos abiertos. Cuando sentía que sus párpados comenzaban a ceder, los abría de nuevo, deseando no perder ni un solo segundo de ese momento compartido con Din, pero sus párpados se cerraron lentamente y sus rasgos se relajaron. Finalmente, la rendición al sueño fue inevitable.

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0 ABY

Cada ráfaga de viento parecía arrancarle un estremecimiento a la pelinegra, y su pequeño cuerpo temblaba ante la lucha por mantener el calor, sus manos aferrándose a las mangas de su abrigo agujereado. El frío calaba sus huesos y la hacía tiritar involuntariamente.

—Eres un error, un estorbo.

La niña sentía cómo las palabras crueles de la mujer la atravesaban como cuchillos afilados, haciéndola sentir diminuta y vulnerable ante su juicio despiadado. Se preguntaba qué había hecho mal, por qué no podía ser suficiente para sus padres, por qué su simple existencia parecía ser un peso que preferirían no llevar.

Sus labios temblaron mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. Sus ojos imploraban una respuesta de esas dos personas que habían sido su única referencia de ''familia'' y ''amor''.

A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora