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LA PEQUEÑA LUX, riendo, se dio la vuelta y se sentó al fondo de la mesa de la sala, mirando a Elena con curiosidad. Cada vez que esta última se giraba para mirarla, ella apartaba la mirada y soltaba una risita. Elena intentó seguirle el juego y pillarla mirando, pero la niña era hábil.

Elena sonrió para sí misma al escuchar una inocente, despreocupada y jovial risa como aquella. Le encantaba la sonrisa de Lux. Sus dientes blancos brillaban a contraluz y adoraba sus profundos ojos azules. Apreciaba sus risitas infantiles cuando jugaban juntas, ya que le recordaban a su agridulce infancia y a momentos que ella no había tenido la suerte de experimentar nunca.

Al cabo de un minuto, volvió su atención al plato de comida. Lo cogió y se dio la vuelta para enseñárselo a la niña.

—¿Cuánto quieres, Lux? —preguntó, pero no recibió ninguna respuesta. La pequeña rubia ya no estaba en el sitio de antes—. ¿Lux? ¿Dónde te has metido?

Rhett, que estaba a su lado, sacudió la cabeza hacia los lados.

—¡Sal, Lux! Jugarás más tarde.

El joven había cambiado su tono de voz a uno más serio, para indicarle a su hermana que no estaban para juegos, pero ella seguía sin manifestarse. Dejó escapar un suspiro de frustración y se pasó una mano por la cara, mostrando una expresión de cansancio.

—Tranquilo, ya la busco yo. No puede estar muy lejos. Tú sigue con lo tuyo —le aseguró Elena.

El chico asintió agradecido. Los ojos de Elena recorrieron la cocina, buscando algún armario abierto. Tras abrir algunos más espaciosos, concluyó en que no estaba allí y subió a la planta de arriba.

Miró debajo de las camas, dentro de los armarios, asegurándose de mirar bien dentro. Miró en cada grieta y esquina, pero la niña tampoco estaba allí. Echó un vistazo dentro a los cuartos de baño, pero también estaban despejados. Solo quedaba un pequeño pasillo con un dormitorio. 

Elena se saltó el pasillo, ya que no había dónde esconderse, y fue directamente al dormitorio. A primera vista parecía intacto. Una cama individual seguía desordenada y sin hacer, y los juguetes de Lux seguían esparcidos por todas partes después de haber jugado con ellos la noche anterior. Parte de su ropa estaba tirada en el suelo junto a la cama.

De pronto, oyó que algo se movía en el armario, así que decidió seguirle el juego y dejar que la niña se divirtiera.

—¿Estás debajo de las sábanas? —dijo Elena, dramáticamente, al mismo tiempo que las levantaba en el aire—. Pues no... ¿Quizás debajo de la cama? —Se agachó y miró debajo—. Tampoco. ¿Entonces tal vez dentro del armario?

Empezó a caminar lentamente de puntillas hacia él, intentando no hacer ruido. Podía oír unas risitas procedentes del interior. Cuando llegó a las puertas, las risas cesaron. Puso las manos en ambos tiradores y abrió las puertas de par en par.

A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora