A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]

17.

No puedo describirla exactamente, excepto decir que era hermosa. Estaba tremendamente viva.

—scott fiztgerald

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Elena levantó la manta que cubría a Grogu y el mandaloriano se giró hacia ella. La sorpresa se reflejó en su rostro, aunque oculta por su casco. Trató de mantener la compostura.

—¿Pero qué haces tú aquí? —Grogu saltó del regazo de Elena y se lanzó hacia Din en un abrazo—. Está bien, pequeño. Yo también me alegro. No sabía cuándo te volvería a ver.

Elena observó con intensidad el reencuentro entre Din y Grogu. Pese a la situación en la que estaban actualmente, una suave sonrisa se dibujó en sus labios. El afecto evidente que se tenían la conmovía.

Elena había sido testigo de los momentos difíciles en los que Din había tenido que lidiar con la partida de Grogu y ella había estado junto a él en cada uno de esos momentos. Nunca se le habían escapado las expresiones sutiles nostalgia en el rostro del mandaloriano cuando volvía a pensar en Grogu.

—Ten cuidado y escóndete. No salgas hasta que todo esto acabe —dijo Din, entregándole el niño a la chica—. Lo mismo va por ti, Elena.

Ella asintió. El sonido de un disparo que golpeó el costado de la carroza provocó una fuerte sacudida, generando una explosión de humo y chispas. El impacto repentino y la fuerza del disparo hicieron que todos se tambalearan.

—Dejaos de sensiblerías. ¡Nos está persiguiendo un droide Scorpenek! —intervino Peli, uniéndose a Din en los disparos hacia la máquina.

En medio del caos, el droide unípodo, que había estado humeando durante los últimos treinta segundos, explotó. El impacto causó que la carroza se volcara bruscamente hacia delante, lanzando a todos sus pasajeros por los aires.

Din reaccionó rápidamente, desplegando su mochila propulsora y envolviendo con sus brazos a Elena y Grogu, protegiéndolos de la inminente caída. Ella sujetaba con fuerza a Grogu. Sin embargo, cuando la propulsión se apagó repentinamente, los tres cayeron y se deslizaron por el suelo arenoso.

Consciente de la cercana caída, Din se colocó de espaldas al suelo. Sus músculos se tensaron, absorbiendo el impacto del aterrizaje mientras su cuerpo se deslizaba por la superficie arenosa. A pesar de la sacudida del impacto, Din mantuvo su agarre firme, protegiendo a Elena y Grogu de golpes.

El beskar de su armadura había actuado como una barrera protectora, amortiguando el contacto con la arena y minimizando el dolor. Aun así, Elena no pudo evitar sentir el roce de la arena y algunos pequeños raspones en su piel expuesta.