A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]

39.

Si existiera otra vida después de esta, te juro que te volveré a encontrar. Y si no la hubiera, me inventaría una por ti.

—roberth colmenárez

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«¿Nunca te quitas el casco?»

LAS ESTRELLAS BRILLABAN en el oscuro lienzo del cielo nocturno. La habitación estaba bañada por luz que emanaba de las discretas lámparas colocadas en el techo. El resplandor no era tan intenso como la luz del día, pero confería un brillo acogedor. Las sombras de Elena y Din se recortaban en las paredes. 

—Dormiré en la otra habitación con Grogu, así tendrás tu espacio. 

Antes de que él pudiera dar una respuesta o ella pudiera moverse, los dedos enguantados de Din se cerraron suavemente alrededor de su muñeca, deteniendo su movimiento hacia la puerta. 

«¿Podrías darme un nombre? No recuerdo el mío, pero quiero tener uno».

—Elena, espera un momento.

La mente de Din se llenó de un sinfín de palabras no dichas. Pero todas esas ellas quedaron atrapadas en su interior, no encontrando el camino hasta sus labios.

Una semilla de duda había sido plantada en él hacía un tiempo, y ya había comenzado a germinar. Era como si las reglas que había seguido durante tanto tiempo estuvieran siendo desafiadas por algo más poderoso.

¿Cómo decirle que quería que ella durmiera con él? ¿Cómo decirle que quería oír su respiración tranquila, e incluso sus ronquidos ocasionales? ¿Cómo decirle que deseaba tenerla a su lado, tocarla, sentir la calidez de su piel contra la suya, que la necesitaba desesperadamente junto a él? No había un anhelo más profundo que el de tenerla cerca.

Fue su voz la que habló, aunque no dijo nada acerca de lo que su corazón quería expresar.

«¿Qué significa ''te quiero''?»

 —Puedes quedarte.

Los ojos de ella se abrieron en respuesta a las palabras de Din y sus labios se entreabrieron mínimamente. Había esperado, deseado, que él le permitiera quedarse. 

—Está bien, pero no prometo no robar las sábanas durante la noche —bromeó.

Los labios de Din se curvaron en un pequeño gesto.

—Podré manejarlo —respondió.

Ella le dedicó una sonrisa genuina, pero luego, su expresión se tornó más seria. 

«Esta es la vida que siempre he anhelado tener. ¿No lo ves? ¿No ves que quiero quedarme contigo?»

—¿Seguro que estás de acuerdo con esto? —preguntó, su voz ahora cargada de un toque de aprensión.