A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]

26.

Te miro, y simplemente te amo, y me aterroriza. Me aterroriza lo que haría por ti.

—alexandra bracken

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ELENA LUCHABA CONTRA el agotamiento que la invadía. Sus párpados se hacían pesados y le costaba mantenerlos abiertos; cada parpadeo se convertía en un esfuerzo. Había dispuesto dos mantas en el suelo para crear una superficie más cómoda que el suelo duro de la cueva para dormir.

Su cuerpo estaba orientado de manera que su rostro miraba hacia arriba, hacia las formaciones rocosas. El fuego crepitante, situado no muy lejos de ella, proporcionaba una cálida iluminación en medio de la oscuridad. En ese rincón apartado, lejos de miradas curiosas, Elena, Din y Grogu disfrutaban de la privacidad que les brindaba el entorno.

Elena se movía con cierta inquietud, tratando de encontrar una posición cómoda. Din observó sus movimientos. Cuando ella escuchó los pasos del mandaloriano acercándose, giró su cabeza hacia la derecha para mirarlo.

—¿Dónde te duele?

Las palabras de Din parecían llegarle desde lejos. Elena hizo un esfuerzo por mantenerse despierta y responder, tratando de enfocar su mirada en él.

—Los costados... Pero no es nada grave. Solo necesito dormir —respondió con una sonrisa forzada—. Buenas noches.

Din sentía que había algo más en las palabras de Elena de lo que estaba dispuesta a compartir, pero no lo comentó.

—Buenas noches —le dijo, y ella se subió la manta hasta el mentón y cerró los ojos.

Desde que habían regresado de Mandalore, Din había notado un cambio en su actitud. Elena había estado notablemente callada el resto del día. Sus sonrisas habían sido escasas, y las pocas que había mostrado carecían de la sinceridad que Din siempre veía en ellas. El silencio de la chica era inusual; no había sido tan habladora como de costumbre. Se había ido a descansar sin pronunciar muchas palabras, reduciéndose a frases telegráficas.

A Din le preocupaba ese comportamiento, pero no podía forzarla a abrirse. Había sido un día abrumador para ella; había presenciado la destrucción de su nave y astromecánico, la pérdida de ver el rostro de Din, impotencia frente al cíborg en Mandalore y dificultades para ser aceptada por los mandalorianos en el asentamiento.

Y el día siguiente no fue muy diferente al anterior. Elena continuaba manteniendo su actitud reservada, evitando cualquier conversación profunda con Din. Se limitaba a dar respuestas cortas y bastante evasivas. Din buscaba maneras sutiles de recordarle que estaba allí para ella.

Elena estaba sentada en la arena mientras observaba el horizonte en silencio. A lo lejos, Din supervisaba el entrenamiento de los mandalorianos, tanto adultos como los huérfanos del asentamiento. Los sonidos de las armas y los pasos resonaban en el aire. Grogu, que estaba al lado de Elena, se entretenía solo.