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La miró como ella necesitaba que la miraran, como si el mundo entero pudiera derrumbarse, y él no pestañearía

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La miró como ella necesitaba que la miraran, como si el mundo entero pudiera derrumbarse, y él no pestañearía.

atticus

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DIN LA RODEÓ con un brazo, atrayéndola hacia su pecho. La abrazó con firmeza, sintiendo su cuerpo apretado contra el suyo. Elena dejó escapar un gritito de sorpresa, que se transformó rápidamente en un suspiro de deleite. La sensación de estar tan cerca de él, de sentir su calor a través de la tela de su ropa y su protección, la embriagaba por completo

Elena se aferró a él, sintiendo cómo su corazón latía al unísono con el suyo. La tensión acumulada se liberó en cada contacto, en cada roce de sus labios hambrientos. Sus cuerpos buscaban la cercanía absoluta. 

Las manos de Din se aferraron con firmeza a la cintura de Elena mientras ella enredaba las manos en el cabello desordenado del mandaloriano, profundizando el beso con una pasión desenfrenada. Cuando ella sintió que ese contacto ya no era suficiente, comenzó a acariciarle los hombros, los brazos, y después el torso.

La mirada de Din era profunda. Su mandíbula firme resaltaba su masculinidad, pero también había una suavidad en su expresión; detrás de esa fachada se escondía un corazón compasivo y amoroso.

Susurros de placer escapaban entre sus labios unidos, que se mezclaban con el susurro de sus nombres. No existían más pensamientos ni preocupaciones, solo el presente. Eran dos almas hambrientas que se besaban con una entrega total. 

Elena sintió que sus piernas perdían fuerza y que su cuerpo se entumecía. Sin poder resistirse más, cayó de espaldas a la cama. Ella se aferró a los hombros del mandaloriano.

Din la siguió sin abandonar el roce de sus labios. Él se apoyó en su antebrazo para no ejercer demasiada presión sobre ella, asegurándose de no aplastarla.

Sus manos acariciaron los contornos de su cuerpo a través de la tela de la camiseta, sintiendo la calidez de sus pechos debajo de esta. El momento fue momentáneamente interrumpido por un repentino crujido que resonó en la habitación.

Elena, con las mejillas enrojecidas y el aliento entrecortado, se echó a reír. 

—No me lo puede creer. ¡La hemos roto! —dijo ella entre risas—. Parece que nuestros besos han sido demasiado para esta pobre cama. 

La antigua estructura de la cama había cedido bajo el peso de ambos en el centro, formando un pequeño hueco donde sus cuerpos se acomodaron torpemente. 

Din no pudo contener una risa, contagiado por la de Elena.  

—Ha sido bastante inesperado.

Elena asintió, todavía riendo.

A través de la galaxia || The Mandalorian [Libro II]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum