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Charles

Había recibido un mensaje de texto de mi abuela, Francis. Diciendo que si podía, fuese a su casa.

Dejé de hacer lo que estaba haciendo, que era básicamente ver el perfil de Jessica mientras moría de celos al ver sus últimas publicaciones con Daniel.

Muy juntos.

Muy felices.

En parte agradecí que mi abuela me avisara, ya que lo más probable es que me tirara el resto del día viendo el Instagram de la chica que quería, y eso sólo iba a hacerme más daño.

Me puse unos vaqueros azules y una camiseta cualquiera, unos zapatos, las gafas de sol negras que me regaló Silvia que, como estaréis comprobando, son mis favoritas, y salí de casa.

Abrí la puerta de mi Ferrari, y puse en marcha el coche rojo.

[...]

Cuando llegué frente el edificio de mi abuela, bajé del coche. Me encaminé hasta el portal, pero me detuve al escuchar unos llantos y unas risas.

Con el ceño fruncido, me dirigí hacia un callejón que se encontraba a unos pocos metros del portal de Francis. En el interior de él, vi a cuatro niños pequeños, concretamente, tres niños y una niña.

Pude distinguir que la niña era la misma a la que le había firmado la gorra. 

De la que estaban saliendo los llantos.

Los niños, mas altos y corpulentos que la pequeña, la tenían rodeada mientras claramente se reían de ella.

Yo permanecí un tiempo má asomando la cabeza por el callejón, pero sin que lograran verme. Solo para enterarme de la situación, y así, poder actuar.

-¿De verdad creías que podrías llegar a ser periodista? -exlamó el niño que parecía ser el "líder" del trío mientras reía.

-¡Y encima de coches! -rió el niño rubio regordete que estaba a su lado.

La pequeña, mordía su labio. Sintiendo verguenza. Sintiéndose humillada.

-Los coches son cosas de chicos. -añadió con un tono de superioridad uno de ellos, recibiendo el apoyo de sus dos amigos.- Tú jamás serías capaz de llegar a entrevistar a algún piloto.

Y dicho esto, el pelirrojo fue encaminado hacia la pequeña, quien se cubria con las rodillas. LLorando desesperadamente, sabiendo lo que iba a pasarle.

Pero claramente, antes de que eso sucediera, yo ya había llegado a frenar al abusón que quería hacerle daño.

-¿Qué se supone que estáis haciendo? -los tres me miraron asombrados con los ojos y boca abierta.- No os estaríais metiendo con mi amiga, ¿verdad? -levanté una ceja.

Los tres se miraron entre ellos, animándose para que uno hablase, ya que ninguno era lo suficientemente valiente para hacerlo.

Finalmente, el líder le dió un codazo al regordete, quién después de tragar saliva, dijo:

-Claro que no. Ella empezó. -tartamudeó.

-Mentira. He escuchado todo.

Los niños se miraron preocupados. Más que al principio, pero hablé.

-No le volváis a molestar. O sino, tendré que hablar con vuestros padres. -les advertí mientras levantaba del suelo a la niña y la colocaba detrás de mí.- Estoy seguro de que no les gustará saber que acosais a vuestra compañera.

-Lo sentimos... -murmuró uno, aunque no le creí.

-Ya podéis iros. -sentencié, y dicho esto, los tres salieron huyendo del callejón.

Yo me giré hacia la pequeña, quien simplemente me miraba con admiración y agradecimiento.

-Muchas gracias, Charles. -me abrazó.

-No hay de qué. -me arrodillé, hasta estar a su altura.- Y recuerda, algún día llegarás lejos. Y ten claro que cuando crezcas, podrás entrevistarme a mí y a cualquiera de nosotros. -le dediqué una sonrisa.

Y dicho esto; nos despedimos.

Pero, sin todavía saber, que mis palabras algún día serían ciertas. Y que esa niña, un día, se convertiría en una de las mayores periodistas deportivas de todo Mónaco.

[...]

-Y eso ha sido todo. -terminé de contarle todo lo que había pasado con la pequeña minutos atrás.

Llevaba un rato en casa de mi abuela, y en ese rato había estado cuidándola ya que, al parecer, se había puesto mala y no tenía muchas fuerzas. Al principio me preocupé bastante por el tipo de síntomas, pero me tranquilicé cuando me dijo que era por falta de sueño.

-Ay, Charles... -mi abuela suspiró.- Me parece tan bonito de tu parte lo que has hecho, cielo. Estoy segura de que serías un padre perfecto. ¿Te gustaría serlo? Porque yo quiero a mi pequeño Charles. -sonrió imaginando como sería.- O también, una pequeña... -se calló al no poder decir algún nombre.

A mi mente sólo vino el de ella.

Y mi corazón se encogió. La echaba de menos.

agaché la cabeza para que mi abuela no pudiera ver las lágrimas que amenazaban por salir de mis ojos, acumulándose en estos.

Pero mi abuela era demasiado lista y me conocía muy bien, a si que me tomó del mentón y levantó mi rostro, haciendo escapar a una pequeña lágrima.

-Cuéntame. -pero ella ya sabía muy bien que mi cabeza estaba así por ella, y solamente por ella.- Charles, debes cuidar de tí.

Yo la miré con el ceño fruncido.

-Cuidar de tí y de las personas que amas. Cuídala a ella. Sé cuanto amas a Jessica, cariño. Y creéme que ella también te ama a tí, pero está confundida. -acarició mi pelo.- Ella cree que lo que ella realmente ama es a Daniel, pero no es así. Y tengo pruebas de ello.

-¿Cuáles? -pregunté.

-Jessica nunca me ha hablado sobre Daniel. -confesó con una sonrisa.- En cambio de tí hemos estado horas enteras hablando. 

No podía ser verdad.

-Pero ab..

-Charles, ella te ama. Pero aún no lo sabe. -me interrumpió.- Haz que lo sepa.

𝐹𝑒𝑟𝑟𝑎𝑟𝑖'𝑠 𝐺𝑖𝑟𝑙 ➪  ᴄʜᴀʀʟᴇs ʟᴇᴄʟᴇʀᴄ ғɪᴄWhere stories live. Discover now