Capítulo 2 "Leones"

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Leones:

De no ser un canalla redomado, sería un gran hombre.

George Templeton Strong
(en Bost Tweed)

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En Wall Street lo llamaban "el depredador". Nadie sabía si Naruto Uzumaki era odiado por su riqueza que parecía multiplicarse tan rápido como los barrios irlandeses que brotaban en el extremo norte de Manhattan, o porque era un hijo de Erin, un fénix renacido de las cenizas de la patria empobrecida. Pero cualquiera fuese el motivo, toda la elite de Nueva York lo eludía. Los Knickerbocker, descendientes de los primeros colonos, fundadores de Nueva York, alejaban con una mano al depredador, aunque extendían la otra como mendigos de los barrios bajos; seguían a Naruto Uzumaki en sus inversiones, con la esperanza de hacerse ricos.

Esa noche, la sociedad tenía muy presente a Uzumaki.

Y el depredador también la tenía presente.

-¿Crees que vendrán? -preguntó Menma a su hermano; los dos hombres estaban en el comedor de la casa de la Quinta Avenida. En menos de una hora comenzaría la presentación de Karin y la mesa estaba preparada para cincuenta invitados. Copas Stiegel de color azul y platos de porcelana Limoges decorados con oro de dieciocho kilates daban a la mesa una apariencia lujosa y elegante. El centro de mesa, de casi tres metros, consistía de trescientas setenta rosas té, intercaladas con ramilletes de lirios del valle y coronado por una escultura de hielo que representaba a dos cisnes entrelazados. Como un gesto de desafío, en los rincones del salón se habían colocado ornamentos de trébol, el emblema de Irlanda. Resultaba una decoración que quitaba el aliento, en un salón impresionante, pues era una copia exacta del de Blenheim, salvo que en el de los Uzumaki las molduras y los mármoles rosados de Numidia eran reales y no falsos, como en aquél.

El amo de tanto esplendor caminaba silencioso alrededor de la mesa, en una última inspección. El paso del hombre era tan rígido y formal como el sempiterno bastón de ébano adornado con un león de oro que siempre usaba.

Menma observó al hermano mayor, con la preocupación pintada en las agradables facciones juveniles...

-Supongo que la pregunta correcta sería: ¿qué hacemos si no vienen? -comentó Menma tratando de obtener alguna respuesta del hermano.

-¿Karin ya se vistió? -preguntó al fin Naruto, concluida la inspección de la mesa.

-¿Karin? Hace un mes que terminó de vestirse.

Jamás la vi tan excitada.

-Menma vio la copa de coñac que tenía en la mano-. Naruto, me pregunto si este debut... no será un poco apresurado.

-Otras muchachas tienen su presentación, Si no, mira a los Varick, los Biddles, los De Witt.

-Sí, pero...

-Sí, esas damiselas no tienen vínculos con los habitantes irlandeses de las chozas de la calle Ochenta y Nueve. -concluyó Naruto en tono amargo. Aunque viendo el atuendo informal de su hermano, se apresuró a agregar, como arrepentido de su propia sinceridad-: Y tú, ¿te cambiaste?

Menma negó con la cabeza; incapaz de contenerse, repitió la temida pregunta:

-Naruto, y si no vienen, ¿qué haremos?

Naruto exhaló un suspiro de disgusto. Contempló largo rato el arreglo de tréboles, como si pensara en las palabras apropiadas. No se le ocurrieron, y soltó un juramento.

-¡Me importa un rábano de Mei Terumi! -exclamó, retorciendo el bastón entre las manos.

Menma hizo un gesto de aliento, a pesar de que, a esas alturas, Naruto no lo necesitaba.

Naruhina: Amor y Castigo Where stories live. Discover now