Capítulo 23 "Sitio III"

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Casi amanecía cuando Whittaker le informó a Natsu que la solicitaban en la biblioteca del patrón. Al oído, la pobre Natsu se puso blanca como un papel. Inconsolable, salió de la sala de los criados suponiendo que el carácter endemoniado del amo ahora se abatiría sobre ella.

Dio un tímido golpe en la puerta de la biblioteca y al oír la voz retumbante de Uzumaki que decía: "¡Pase!", se sobresaltó. Con mano temblorosa y húmeda de transpiración, giró el pomo de plata y entró en la habitación. La biblioteca estaba a oscuras. Las cortinas de terciopelo verde estaba corridas a pesar del color claro de la madera, la habitación era lúgubre y sombría.

-Natsu, quiero hablar contigo.

La pequeña doncella lo miró respetuosamente.

Naruto estaba sentado junto al fuego, desaliñado como si no se hubiese acostado durante varias noches. Junto a él, había un vaso y un botellón vacíos. Aunque era evidente que había estado bebiendo, en ese momento parecía sobrio.

-Señor... ¿qué... qué hice? - Murmuró con su acento melodioso.

-Siéntate. -Indicó una silla tapizada de terciopelo verde.

Sorprendida por la amabilidad pero aterrada por la voz del amo, la muchacha se sentó.

-Natsu, tú y Tokuma son los únicos criados que la señora Uzumaki trajo desde Washington Square, ¿no es cierto?

-Sí, señor - Respondió la muchacha con voz trémula.

-¿Por qué?

Natsu se mordió el labio. No se le ocurrió una respuesta y dijo:

-Señor, ¿nos echará a Tokuma y a mí?

Naruto pareció sorprendido. Siendo un hombre práctico, no trató de consolarla; se limitó a decir:

-No. - Y la inmovilizó con esa mirada escrutadora. -¿Por qué sólo los trajo a Tokuma y a ti? - Preguntó Naruto.

La doncella tragó saliva, y el nerviosismo hizo más pronunciado el acento irlandés.

-Bueno, señor, supongo que no tendría demasiada confianza en los otros criados. La señorita Hinata siempre fue muy reservada.

-¿Por qué?

-Bueno, creo que es a causa de aquel incendio que mató a los padres. Nunca se recuperó de esa tragedia, señor. De hecho, bueno...

-Continúa.

-Está obsesionada con la señorita Hanabi, señor. Es decir, creo que se recobró de la muerte de los padres todo lo que una puede superar una cosa así, pero siempre está pensando en la señorita Hanabi, y a mí me parece que eso no es saludable. En ocasiones, la sorprendí murmurándole al retrato de la hermana como si la muchacha estuviese presente.

-Nunca vi ese retrato. -Dijo Naruto con aire reflexivo, y expresión turbada.

-Oh, señor, la señora siempre lo tiene consigo pero es muy reservada. No quiere que se sepa lo de la señorita Hanabi.

-Extraña conducta. La señora Uzumaki siempre me pareció muy sensata.

Al oírlo, Natsu palideció.

-No quiero ser indiscreta, señor. Sólo que usted preguntó... sí, la señora es muy sensata.

Naruto hizo un gesto, deteniendo el parloteo de la muchacha. Pensativo, se frotó el mentón y notó que tenía la barba crecida.

-Natsu, la señora confía en ti. Tú conoces algunos de sus secretos. Tengo una pregunta muy importante que hacerte antes de que te vayas, y quiero que me digas la verdad. Como católica, quiero que me jures que dirás la verdad. ¿Lo juras?

Naruhina: Amor y Castigo Where stories live. Discover now