Capítulo 16 "Compromiso II"

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A la mañana siguiente, cuando Naruto bajó, fue evidente que estaba sobremanera complacido con las tarjetas de visita que se amontonaban en el cofre de caoba maciza de Townsend y Goddard, en el inmenso vestíbulo de mármol de Fenian Court. La pila de tarjetas era la prueba del éxito de Karin en la fiesta de la noche anterior, y Naruto leyó con satisfacción los ilustres apellidos. La expresión de Naruto cambió de súbita al llegar a la última tarjeta del montón. Los ojos azules echaron chispas. Leyó el mensaje manuscrito al dorso, llamó al mayordomo y le dio precisas instrucciones... poniendo énfasis en que hiciera bajar a su esposa para desayunar con el amo.

Cuando Hinata despertó, vio a Natsu junto a la cama con la bata en la mano. La doncella le informó que se la requería de inmediato en el piso de abajo. Irritada e intrigada al mismo tiempo, Hinata se puso un vestido mañanero de seda de tono sierra y bajó al soleado salón de desayuno.

El talante del amo no era demasiado soleado. Antes de que Hinata se sentara en la silla que le apartaba el criado, Naruto le lanzó una mirada lúgubre. El íntimo saloncito estaba tapizado de tafetas verde claro, y del mismo color eran las cortinas de seda adornadas con bodas que lucían las ventanas. A pesar de ello, ni esos colores alegres aligeraban el sombrío semblante de su esposo, que observaba a la joven en silencio. La mesa de caoba era para seis personas; cuando Hinata tomó la servilleta, Naruto se alegró de estar lo bastante cerca para captar cada cambio en la expresión de su esposa, por sutil que fuese.

Hinata miró el plato y vio la tarjeta de visita de Kiba Inuzuka que parecía acechada como una serpiente a punto de atacar. Antes de atreverse a levantarla, lanzó una breve mirada a Naruto.

-Te escribió una nota en el dorso. -le espetó su marido.

Hinata levantó la vista y comprobó que los criados salían discretamente del comedor. Giró la tarjeta, y leyó: No te creo.

Levantó la vista. El rostro de Naruto estaba tenso de ira. Los ojos le chispeaban, cargados de intensas emociones.

-Hinata, me parece que ese sujeto está confundido. Creo que no comprende la santidad de nuestro matrimonio. -apenas disimuló el sarcasmo de sus palabras.

Su esposa dejó la tarjeta sobre el mantel.

-Tengo hambre. Espero que nos sirvan pronto.

-¿Qué es lo que Inuzuka no te cree?

La pregunta la sacudió, y el rostro de Hinata reveló su vacilación. Antes de contarle a Naruto lo que le había dicho a Kiba prefería morir.

-Hinata, ¿qué es lo que no te cree? -insistió Naruto, y la ira del hombre se tornó más amenazadora.

Hinata volvió a ignorar la pregunta.

-Espero que los criados regresen rápido. -fue un error.

Naruto advirtió el talante poco comunicativo de su esposa; contempló el café y bebió un sorbo con aparente calma.

-Si Inuzuka piensa ponerme los cuernos, puedes advertirle que antes, lo mataré.

Las palabras fueron tan heladas que Hinata necesitó unos momentos para pensar una respuesta. Con los ojos chispeando de furia, exclamó:

-¿Cómo se atreve a arrojar piedras contra Kiba... o contra mí? No tiene ningún derecho. ¿O acaso olvida a nuestra querida señorita Amaru Dumont?

-Amaru fue mi amante antes de conocerte a ti. -replicó el hombre.

-Y yo conocí a Kiba antes que a usted. Creo que las leyes deben de ser parejas.

Naruto se levantó y la silla chirrió sobre el parqué lustroso.

Naruhina: Amor y Castigo Where stories live. Discover now