Capítulo 14 "Si fuese real"

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Durante los dos días que siguieron, Hinata no vio a su esposo. Oyó decir que a Naruto le gustaba dar largas caminatas por la playa, aunque no tuvo oportunidad de verlo. Sólo salía a caminar al amanecer o al anochecer, dos momentos inadecuados para una dama.

Se entretuvo escribiéndole a Hanabi acerca de la boda y leyendo un libro de poesías sobre la Guerra Civil, escritas por un ignoto ayudante de campo llamado Walt Whitman.

No obstante, a la tarde estaba aburrida. La luna de miel duraría dos semanas, tal vez tres y Hinata se preguntó cómo haría para pasar el tiempo hasta que regresaran a Manhattan. Estaban en mayo, la temporada no había comenzado en Newport y sólo los invitarían a un par de fiestas. Karin todavía no había llegado y no tenía más que a Natsu con quien conversar. Y, pese a que quería mucho a Natsu y tenían mucho que compartir, las charlas comenzaban a repetirse. La joven ya había recorrido los campos y había intentado explorar esa mansión interminable. Sin compañía, los días se estiraban ante ella como un bostezo infinito.

Por esa razón, recibió con agrado una nota escueta de Naruto en que le pedía que cenara con él en el comedor. Hasta ese momento, había comido en sus habitaciones y, en realidad, ya estaba ansiosa por "salir". Se vistió con cuidado: un elegante atuendo de terciopelo verde y las perlas heredadas. Al llegar al comedor casi sintió nostalgia por la intimidad de su enorme suite.

El comedor era una especie de inmensa joya dorada, revestida con los paneles de un castillo francés del siglo XVII. Hinata entró y Naruto se puso de pie con gesto mecánico y expresión neutra. Se acercó a su esposo, luego recorrió con la mirada la interminable extensión de la mesa hasta el otro extremo, donde el mayordomo le apartaba la silla. Se sentó, y se sintió ridícula al tratar de ver a Naruto, a unos quince metros de distancia: entre los dos se interponían ocho candelabros de oro que, aunque resplandecían de luz, no bastaban para entibiar la helada habitación de mármol. La cena se sirvió sin dilaciones y Hinata comió en silencio: se habría sentido estúpida tratando de conversar a gritos con su esposo.

Cuando sirvieron el postre, fue un alivio. Hinata se sentía incómoda comiendo bajo la mirada de dos criados demasiado solícitos y un compañero de mesa tan alejado que daría lo mismo si hubiese estado en Manhattan.

Acababa de hundir la cuchara en el flan cuando Karin irrumpió en el comedor, con la capa de viaje aún sobre los hombros.

-¡Hola, todos! ¡Al fin llegué! - Al ver a su hermano en una punta de la mesa larga se detuvo. Se volvió en dirección opuesta como si estuviera presenciando un partido de tenis y vio a Hinata, rígida, en el otro extremo-. ¡Buen Dios! ¡Era verdad! - La oyó murmurar Hinata, antes de que Karin corriese hacia ella y le diera un beso en la mejilla-. ¡Hola, cuñada querida! ¿Cómo te ha tratado Newport? Estoy impaciente porque nos conozcamos mejor. - Karin caminó hasta la otra punta de la mesa y besó a su hermano-. ¡Naruto! No, no te levantes, hermano querido. Ya comí; cuando tú y tu encantadora esposa terminen nos encontraremos en el estudio para tomar el té. ¡Ahora, los dejo!

Antes de que Hinata tuviese tiempo de dejar la cuchara, Karin se había ido.

-¿Qué fue todo esto? - Retumbó la voz de Naruto entre las paredes de mármol. Desde lejos, su esposa vio que los mayordomos se encogían de hombros como si estuviesen acostumbrados a los arranques de la señorita.

De pronto, Hinata se levantó y se dirigió a Naruto, incapaz de soportar la cena por más tiempo.

-Si no le molesta, me gustaría arreglarme antes de continuar la velada. - Dijo en la voz más alta que pudo sin tener que hacer bocina con las manos.

Naruto se puso de pie y asintió. Esperó hasta que Hinata estuviese fuera de la vista para volver a sentarse. Y para quitarle la mirada de encima.

Hinata demoró más de lo que pensaba. No tuvo dificultad en encontrar la escalera de mármol, pero giró en dirección equivocada y vagó al azar por el Segundo piso pasando ante varias salas, un salón de billar e incluso un cuarto para niños deshabitado, sin poder encontrar el ala de la mansión donde estaban sus propios aposentos. Fue a dar a la escalera de los criados donde encontró a una de las lavanderas, que luego de recuperarse de la sorpresa pudo orientada hacia la suite. Cuando llegó, Natsu la ayudó a arreglarse y Hinata se apresuró a bajar, temerosa de que la hubiesen echado de menos.

Naruhina: Amor y Castigo Onde histórias criam vida. Descubra agora