Capítulo 5 "Sacrificio"

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Por pura fuerza de voluntad, Hinata contuvo un estremecimiento. Estaba helada, aunque trató de disimularlo cruzando los brazos sobre el pecho y tomando largas bocanadas de aire. Si bien el vestido estaba empapado, el bribón silencioso sentado tras el enorme escritorio tallado de la biblioteca no le ofreció ni un chal.

Contempló a Uzumaki, ardiendo de furia, humillación y decisión al mismo tiempo. La actitud de su tío la había dejado sin alternativas. Y lo peor era que el irlandés lo sabía. Temblando, Hinata grabó cómo la había mirado cuando el mayordomo la condujo por el imponente vestíbulo de mármol. La expresión de ese rostro fue inolvidable: una extraña mezcla de pena y satisfacción. Era evidente que la veía como una de los odiados Knickerbocker y la caída de la joven le producía gran alborozo. No obstante, lo más difícil de soportar era la pena. Cuando la mirada del hombre se posó en las muñecas de Hinata, enrojecidas y despellejadas por las ataduras, la joven sintió deseos de escapar, avergonzada.

En ese momento, sentado en la biblioteca del irlandés, se prometió a sí mismo que resistiría. Un último resto de dignidad la pérdida en pie, aunque lo que la fortaleció fue el recuerdo de Hanabi. Tenía que salvar a su hermana con la misma desesperación con que Uzumaki buscó venganza por la ofensa inferida a Karin. "Eso es lo fundamental", pensó Hinata.

No obstante, el irlandés era algo más que un adversario de cuidado.

Esa mirada escudriñadora y los modales fríos inspiraron en Hinata un temor que su tío nunca le había provocado. La joven sabía hasta qué punto podía llegar Hizashi para lograr lo que quería, en cambio, no sabía nada acerca de ese hombre amenazador sentado frente a ella. Se encontró a merced de Uzumaki y, tanto su propio como el de su hermana quedaron sujetos al capricho de ese individuo: sólo cabía esperar que decidiese entre la ruina o la salvación.

Avergonzada hasta el fondo del alma, Hinata vio cómo el hombre revolvía papeles en el escritorio. Desde el momento en que Uzumaki la condujo al estudio, la muchacha intentó conservar una fachada de Knickerbocker, al menos para resguardar la última fibra de orgullo. Permanecía sentada, en silencio, y comprendía con total claridad lo que su tío le había hecho. Si bien llegó a la conclusión de que su tío era un demonio, por comparación, el hombre que tenía enfrente era la encarnación misma de Satán. El tío Hizashi había demostrado tal falta de carácter, que no era digno de limpiar los orinales de la casa Hyuga. No obstante, el irlandés Naruto Uzumaki era la raíz de todos los problemas de Hinata. Su tío había arrimado su llama a la hoguera y Hinata nunca lo perdonaría. No podía dejar de lado el hecho de que quien había encendido la hoguera era,

Al mismo tiempo que la mente de la joven bullía con esos pensamientos, demostró a Uzumaki con una expresión fría en los ojos grises. Tenía conciencia de que debía de parecer una princesa de hielo, aunque por dentro la corroía la humillación por haber sido amarrada al barandal de la mansión de ese hombre como una esclava que había huido del amo.

Observó al dueño de casa. La actitud hacia Hinata era tan fría y profesional como si tuviera que tratar con alguno de los banqueros. La ira la desgarró. "¿Cómo puede ser tan imposible y calculador?", se preguntó. Le había quitado todo el dinero y no tenía ni siquiera la gentileza de ofrecer un chal.

Lo estudié con atención. El anfitrión si ese nombre cabía a semejante demonio estaba vestido con elegancia: pantalones oscuros y un chaleco de seda bordó. La aparición inesperada de Hinata lo había sorprendido, pues la camisa no tenía el cuello almidonado y estaba desabotonada en el cuello, revelando el pecho cubierto de vello: Tenía la cabeza inclinada sobre el documento que leía, y la luz de la lámpara de gas iluminaba los planos del perfil. Era un hombre apuesto. El cabello estaba muy corto, y Hinata supuso que era rubio, como el maíz en cosecha, aunque a la luz difusa no podía estar segura. Cuando las miradas de ambos se encontraron, Hinata supo que ese color azul sólo podía provenir de su Irlanda natal.

Naruhina: Amor y Castigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora