CAPITULO 4

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– No hicimos nada – insistió Samanta, nerviosa por tenerlo tan cerca.

– Tenia la camisa desprendida... sabes que no me gusta que me mientas... – Draven hizo una pausa y la dio vuelta para mirarla nuevamente a los ojos – Además acostumbro a castigar a quien me toca sin que yo lo autoricé.

– Me hiciste subirme encima tuyo – se defendió ella.

– ¿Te pedí que abrieras mi camisa?

Samanta negó con vergüenza. – Lo siento – dijo luego.

– Llegado el momento te castigaré por eso. Vamos terminemos de comer, hay que volver al despacho.

Ella obedeció.

– ¿Iras a cenar a casa esta noche? – preguntó Samanta terminando de comer.

– Sí, claro... ¿Por?. ¿te has arrepentido?.

– Lo pregunté por que parecías molesto recién. Realmente lo lamento.

Draven suspiró. Coloco su mano en el rostro de ella y con su pulgar acarició sus gruesos labios. – Sam... – deslizó en un susurró – No sabes el peligro que corres a mi lado. Tal vez sueno cruel pero quiero cuidarte.

– ¿De quien?... – interrogó ella, ingenuamente.

– De mí...

Draven le hizo seña al mesero para que trajera la cuenta.

– No creo que puedas hacerme daño o que quieras... – deslizó Sam tras un largo silencio.

Sin embargo, no pudieron seguir hablando ya que el mesero se acercó a ellos. Draven vió la cuenta y pagó.

– Puedes quedarte lo que sobra de propina... – le dijo al mesero – y acá hay más.

– Gracias señor.

Juntos salieron de allí y se fueron al despachó. Él resto de la jornada solo se vieron cuando él la llamaba para que le acercará algún documento y cada vez que esto sucedia, la tensión entre ellos era evidente.

Al Final del día Samanta se acercó a su oficina.

– Ya cerré el estudio. ¿Quieres que me quede contigo?.

– No... pide un taxi y vete a tu casa... – Dijo Draven sin mirarla.

Amar a una persona en secreto no era algo fácil. Muchas noches aquello parecía querer explotar dentro de Samanta y ahora que habían tenido un leve acercamiento se había ilusionado cayendo en picada y rompiendo su interior cuando se dio cuenta que no había sido exitoso.

No lo pudo evitar, sentía que el nunca la miraría como una mujer atractiva y a pesar de que antes lo había aceptado, lo sucedido esa noche hacia que le doliera un poco más.

Fue por eso, o tal vez por otra cosa que no pudo explicar, que sus ojos se llenaron de lagrimas y un nudo en la garganta crecio demasiado rápido. Se iba a ir sin decir nada, pero Draven preguntó sobre un documento.

—Esta en la carpeta roja doscientos tres, la voy a buscar.

Draven, entonces, levantó su vista de inmediato.

—Alto. — le dijo, evitando que saliera.

Se levantó de su asiento, fue hacia ella y la obligó a que lo mirará.

—¿Qué ocurre?, ¿porqué lloras?.

Ella no dijo nada. Por lo que, el insistió.

—Yo...— pronunció Samanta.

Él limpio sus lágrimas.

—Yo temo que lo que paso interfiera entre nosotros.

—No me voy a alejar de ti, si ese es el punto pero tampoco vamos a tener nada que no sea una amistad.

—Entiendo... con permiso.

—Sam...

Ella no lo escucho mas, salió de la oficina tomó sus cosas y se apresuró a irse, aún cuando él insistia con detenerla.

—Espera... te llevo a tu casa— le dijo en la vereda.

—No quiero, me iré sola y también voy a renunciar... lo mejor es que este lejos tuyo. — deslizo Samanta.

—Por favor Sam... no tienes que hacer eso... es una locura...

Draven apresuró su paso para poder tomarla, pero ella también lo hizo y antes de que se dieran cuenta, ambos estaban corriendo.

Ella para escapar de él y Draven siguiéndola.

Samanta, piso mal y cayo al suelo, entonces rompió en llanto aún más.

Draven, agitado, se inclino ante ella y acomodó su cabello, quitandola de su rostro.

—Eres todo un caso... ¿lo sabías?... ven aquí...

La cargó y la llevó hasta el estudio nuevamente.

Al llegar, la ubicó en su sillón particular, aquel que el mismo había diseñado con un muy marcado estilo gótico.

—Me duelen las rodillas...— se quejo ella.

Él fue por el botiquín que guardaban y se arrodillo frente a la muchacha.

—¿Puedes mostrarme las rodillas?.

—Solo si me bajo el pantalón.

Draven suspiro. —Hazlo.

La vio sin mover un pelo, bajarse lentamente el pantalón.

Posteriormente, limpió y vendo la herida.

—¿Te parezco fea?— inquirió de pronto Samanta.

—¿He?... No para nada...

—Se que tengo unos kilos de más, pero... ¿eso te parece mal?.

—No...

Draven levantó su vista, pero siguió en la misma posición.

Ella entonces, abrió lentamente sus piernas.

—¿Porqué a mi no me haces tuya?.

Él se tenso. — Por qué a ti quiero cuidarte. Soy un monstruo Sam, en todo los sentidos que te puedas imaginar... cargado de lujuria, no me importa más nada que satisfacer mis fetiches más oscuros.

—Tal vez ese no sea un problema...

Draven acarició sus tobillo y comenzó a subir despacio, mientras ella se estremecía.

—Me gustan cosas que califican como turbias— susurró.

—Mostrame— insistió ella.

Para ese momento, Draven llegó a su parte más intima, donde coloco su dedo en el clitoris y comenzó a moverlo.

Luego, cuando ella ya no pudo ocultar sus gemidos, introdujo de a uno los  dedos de aquella mano.

—Algo que me parece fascinante... es la forma en que el cuerpo de la mujer se dilata... — comentó Draven, mientras de a poco había conseguido meter más de media mano adentro de ella.

Samanta solo gemia y se encargaba de mantener sus piernas bien abierta.

Después de un rato, sacó su mano y metió su rostro entre medio de sus piernas, la soboreo profundamente, pasando su lengua por todos lados.

—Esto saldría mejor con un poco de alcohol...— le dijo segundos después. —No me mal entiendas— agregó, ya parado, yendo hacia una de sus repisas. — Eres extremadamente deliciosa... pero con alcohol todo es mejor.

Se volvió a poner como estaba, destapó la champaña que había sacado de entre sus libros y la vacío en la parte intima de ella, mientras el líquido caía, él introdujo el cuello de la misma adentro de ella.

Samanta dejo escapar un gemido, entre el placer y el dolor...

ARDIENTE LUJURIA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora