CAPITULO 15

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Cada palabra de Draven la había destrozado.

No podía describir a ciencia exacta que estaba sintiendo, pero era algo que no le gustaba.

¿Qué debía hacer?, ¿Seguir intentando conquistarlo o hacerlo sufrir?.

Para cualquiera de los dos, a su criterio, debía enamorarlo. ¿Podría?.

*****

Habían pasado dos días, todo iba aparentemente normal.

Samanta, caminaba por el bosque, algo que había hecho regularmente en este tiempo.

Hasta que a lo lejos, pudo ver a Aira, por lo que se acercó a él.

—¿Qué haces?— inquirió.

Él, estaba arrodillado.

Samanta, se asomó un poco, por encima de su hombro para poder observar a un pequeño conejo.

—Acostumbran a poner trampas...— Dijo. — este pequeño cayó en una... lo he sacado, pero su patitas se ha dañado. Los conejos se estresan de forma fácil. Buscó que se calme para poderlo llevar a mi cuarto...

—¿Y a mí?...— deslizo Samanta.

Él la observo de inmediato.

—¿A ti que?. — preguntó ingenuo.

—¿Cuándo me llevaras a tu cuarto?. — deslizo sugerente.

Aira hizo una mueca. —Pensé que...— pronunció confundido.

Ella, atrapó su rostro sorpresivamente para él y robo un corto beso de sus labios.

Aira, sin querer dejo escapar al conejo de entre sus brazos, para capturarla a ella y presionarla hacia él, hundiéndose así, en un beso más largo.

Cuando se apartaron, Samanta se acomodo entre sus brazos.

Realmente su corazón estaba herido.

Aira no lo supo, pero mientras tímidamente se fue acomodando, la Samanta adulta abandono el lugar, para dejar a la Samanta que había sido de niña, aquella, que permanecía en la oscuridad más profunda de su interior.

Sí, en los brazos de Aira había una mujer adulta, pero él, estaba brindándole calor a una pequeña niña triste.

El silencio Reino entre ellos por unos largos minutos.

Juntos, aprecieron el color de la naturaleza, el canto de los pájaros y otros animales.

—¿Crees que el conejito podrá sobrevivir herido?— inquirió Samanta. Aunque en realidad, se preguntaba, si ella podría sobrevivir a lo que sentía.

—Es probable... no estaba tan herido... a mi criterio estaba más asustado que lastimado.

—Pobrecito— susurró Samanta, con sus ojos llenos de lágrimas.

Aira lo notó.

Asi que, la presionó a él un poco más en un intento por consolarla.

—¿Qué sucede?— interrogó dulcemente.

—Nada, solo me pone triste el animal— mintió.

—Fue un error... yo quitó toda las trampas, pero a veces es inevitable... él conejo aprenderá a no entrar a una trampa, en consecuencia, le enseñará a otros conejos.
¿Sabías que cuando matas a una araña, las otras se vuelven más inteligente?.

Ella negó.

—Es por que aprenden una nueva forma en la que podrían morir... A veces, toca lastimarse para aprender a evitar trampas.

—¿Y si el conejo quisiera venganza?.

—Sería válido... él precepto moral de "soltar y seguir", esta bien y también esta mal... hay cosas o situaciones que solo le corresponden a la persona decidirlo ¿No lo crees?.

—Vivir es complicado— suspiró Samanta. —La sociedad a puesto la vara muy altas para personas que ni siquiera sabemos lo que hacemos. A mi edad, debería estar casada, con hijo y una buena posición económica... y yo... ni siquiera me alimento como debo.

Aira sonrió. —Escapemos...

Samanta levantó su vista para mirarlo directamente a los ojos. —Una cabaña en el medio de la nada, peligrosa... pero lejos del ruido de la cuidad y las voces de las personas que dicen como vivir.

—¿Eso quieres?.

Samanta no respondió, ella deseaba muchas cosas. Pero... ¿Cuántas de esas cosas podía tener?.

Mientras ellos seguían compartiendo juntos;Draven observaba a la distancia todo mientras bebía alcohol con odio. 

Llevaba un arma con él. Midió la cabeza de su hermano con la misma, un par de veces, incluso apunto a Samanta pero ellos no lo supieron.

Al llegar la noche todos cenaron juntos.

—¿Quieres que llene tu copa mi amor?— inquirió Draven, en un momento dado.

Samanta se sorprendió pero acepto.

—¿Qué tal tu plato? Cielo... tal vez debería ser yo quien te de comer... recuerdas, como lo hiciste tú.

Draven le quitó el tenedor ante la atenta mirada de todos, incluso de Aira que sintió celos, pero sobre todo, una extraña sensación de que algo andaba mal.

Draven por su parte, le dio de comer un par de veces, hasta que ella lo convenció de que ya no era necesario.

—¿Ya vieron lo linda que es mi esposa?— deslizó luego. Acomodando el cabello hacia atrás de Samanta. —Una perfecta obra de arte...

Al acabar la cena, cada uno se fue a su habitación.

—Traje vino— Dijo Draven sirviendo en una copa y posteriormente se la ofreció a ella.

Mientras Sam, se quitaba los zapatos, la recibió. Bebió un largo trago, mientras veía que su jefe ponía música suavemente.

Draven se acercó a ella luego de unos minutos, le quitó la copa y la empezó a besar.

Primero los labios, luego el cuello y continuó quitandole la ropa.

Ella se dejó hacer, por que se sentía extraña.

Luego, perdió la conciencia.

Al despertar, descubrió que estaba en el subsuelo.

Sus pies, y manos estaban atadas a una cama.

—Draven— murmuró.

—Hola dormilona— sonrió.

—Me siento mal.

—Lo sé, no te preocupes, se te va a pasar.

—Tengo frío...

—Aquí hace frío por las noches, es normal.

—Quiero ir al cuarto, ¿puedes quitarme las cuerdas?. No quiero sexo hoy.

—No tendremos sexo hoy...

Draven dejó ver que en su mano tenía lo que para Samanta era una máquina de tatuar.

—Ahora no te muevas.

—¿Qué?, no...

Samanta ni siquiera tenía fuerzas para mover sus brazos, a pesar de eso lo intento, varias veces.

Draven continuó pese a que ella le pidiera una y otra vez que la dejará ir.

Cuando Draven acabo de tatuar su abdomen sonrió satisfecho.

—Excelente. Ahora no importa con quien te vayas a la cama... por que estas marcada con mi nombre.

La soltó.

Como pudo, Samanta se acomodo para mirarse.

En su piel, había un enorme "esta perra le pertenece a Draven" tatuado.

Ella no lo podía creer.

—Maldito enfermo. — susurró con odio.

—Te espero en nuestro "refugió de amor", no tardes...— sonrió.





ARDIENTE LUJURIA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora