CAPITULO 25.

391 14 2
                                    

Samanta después de leer, se asomó por la ventana.

Allí estaba Aira. En su mano, tenía un enorme ramo de flores de distintos colores.

Le sonrió en cuanto la vio, y eso que él no acostumbraba a tal cosa, sin en cambio, no lo pudo evitar.

—¿Puedes acompañarme esta estrellada noche?. — le dijo.

Ella asintió. Se alejo de la ventana para ir a su encuentro.

Draven lo escucho todo. Por lo que, agarro el arco y la flecha que tenia guardado en su habitación y le apunto.

Su intención, era simple: clavar en su pecho una flecha.

Sin en cambio, en cuanto se asomó por su ventana para hacerlo, Samanta lo vio.

Grito tan fuerte como pudo, el nombre de Aira para darle aviso.

Convenientemente para Aira, fue suficiente para lograr esquivarlo.

—¡¿Eres idiota?!.— inquirió Samanta.

—Lo siento no lo vi— mintió Draven. —Como sea. Sammy, ¿quieres que cenemos juntos?. Haré yo mismo la cena... lo que quieras... solo escoge o puedo hacer tu platillo favorito...

Samanta lo miró con desagrado, sabía perfectamente que mentía. —Ni siquiera sabes cuál es mi plato favorito. Además, ya tengo una cita... tú vete al carajo.

—Claro que se cuál es el plato favorito de mi esposa... — Samanta y Aira, se alejaron, después de que él le entregará el ramo, ignorando lo que decía. — Son las pastas...— murmuró Draven. Quien, preso de sus sentimientos, fue a la cocina por bebidas alcohólicas.

Por otro lado, Samanta y Aira caminaron un poco. Al parecer se había vuelto costumbre para ellos, perderse en el bosque para poder estar solos.

—Ten cuidado... — Dijo Aira, asegurándose que ella no fuera a pisar mal y caer.

Samanta era guiada por él. Curiosa por saber a donde iban.

El bosque, se volvía cada vez más intenso, su vegetación más espesa, sus tierras más húmedas, lo que hacía que fuera menos seguro para caminar.

Hasta que por fin, llegaron a una extraña y visiblemente atrapada en el tiempo cabaña.

Antigua, consquitada por la naturaleza, se veía como un dibujo de los libros de cuentos de hadas.

Aira, antes de ir por Samanta, le había puesto luces pequeñas alrededor, que asomaban junto con las luciérnagas.

—Era niño cuando la encontré... estaba destruida. Así que, pensé que podía ser mi lugar de escape.
Papá nos solía mandar por los animales de las trampas, a buscar leña u otra cosa... en realidad buscaba sacarnos de encima para tener tiempo con nuestras madres a solas. Aunque eran excepciones por que por lo general no le importa que bueno... ya sabes... viéramos.
Pero al estar distraído yo podía salirme de la casa y evitar esas cosas.
Draven no mintió cuando dijo que yo me dejaba pegar... soy el medio hermano de ellos y Rita siempre fomento el odio  a mi madre, lo que hacía que ellos de alguna manera me vieran como un rival. Así que, me escabullia, hasta acá... me costó heridas y mucho trabajo arreglarla. Pero fue mi lugar seguro de niño y .... ahora pensé en lo que dijiste... de que él ruido de la casa te molesta... entonces pensé... que es momento de que deje de ser mi lugar seguro y pase a ser el nuestro.

Samanta tomó la mano de Aira, sin decir nada, estaba emocionada, pero no sabia como reaccionar.

Entraron.

Habían muchas plantas, varias colgaban del techo.

También habían muebles. El lugar por dentro se veía acogedor.

Pese a eso, lo que más llamó la atención de Samanta, fue que el piso de madera estaba cubierto por pétalos de flores y habían velas.

—Le he cortado todas las flores a mi madre para poner en el suelo... quería que fueran rosas, pero no conseguí suficientes...

—Cuando tu madre lo sepa, me va a odiar todavía más. — sonrió Samanta.

Aira atrapó su cintura y la pego a él. —Te daría todo los campos de rosas contar de ver como tus ojos brillan...

—Aira...— suspiro conmovida.

—¿Quieres cenar o prefieres que te haga el amor primero?.

Tan sorprendida como entusiasmada, Samanta suspiro.

—Hazme tuya primero...

Tras esto, Aira la cargo en sus brazos y la llevo a la habitación.

Dulcemente la dejo en la cama y ante la atenta mirada de ella, se quitó la ropa.

Estaba nervioso, ni siquiera sabía por dónde empezar, por lo que hacía todo despacio para poder pensar sobre qué hacer.

Después de quitarse la ropa, comenzó a besar su piel desde los pies. Deseaba recorrer cada centímetro de ella con su lengua.

Se detuvo ocasionalmente para también dejarla desnuda.

Ella, se dejó recorrer, dejando escapar sutiles gemidos de placer.

Entonces, llego a sus labios... aquellos de los cuales se apoderó de manera frenética, incluso invadiendo el interior de la boca con su lengua.

Sus manos, estabas desesperadas, acariciándola.

En medio de todo eso, Samanta metió sus manos entre ambos cuerpos y las deslizo hasta llegar a la virilidad de Aira.

Estaba que explotaba, ardía en deseo, se quemaba en la lujuria... la acomodó ella misma.

Estaba desesperada por ser penetrada...

Arqueo su espalda, cuando él se metió dentro de ella, sintiendo como su interior se abrió paso, ya que Aira lo hizo lento.

El aliento de Aira, aquel que escapa desconcertado, agitado, apresurado... la recorria por el cuello.

El comenzó con sus embestidas, ella se aferró por completo a su espalda. Ambos gemidos se acoplaron al igual que sus cuerpos.

Eran consciente de que tenían mucho tiempo, pero el deseo, les impidió ir más lento.

Se dejaron llevar, lo hicieron salvaje, eufóricos, con pasión...

Sus cuerpos se hicieron uno solo, se marcaron mutuamente perdidos en su excitacion.

Hasta que no pudieron soportar más, largos suspiros, músculos tensando, y una mezcla de sus "jugos" en las sábanas, fue el final de aquel coito.

Aira se dejó caer a su lado, se encontraba sudado, al igual que ella.

—Podría haberlo hecho mejor— Aunque lo dijo en voz alta, era un reproche para si mismo.

Samanta se acomodo en su pecho. —No cualquier logra que una mujer moje la cama como lo has hecho tú.

Ella se relajo en su pecho, acompañada por el silencio de la noche, abrazada por una suerte de paz que la invadió.

Aira, beso su frente y acarició su rostro.

—¿Quieres cenar?. Puedo traer las cosas a la cama si quieres... puedo hacer cualquier cosa por ti, solo debes pedirlo...

—quiero una estrella— bromeo Samanta. Beso dulcemente su rostro.

Cuando se alejo un poco, él capturó nuevamente sus labios y así, iniciaron un círculo vicioso que duraría toda la noche...

ARDIENTE LUJURIA. Where stories live. Discover now