CAPITULO 30

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Draven volvió a la casa, ya eran como las cuatro de la madrugada.

Su padre lo esperaba en la sala.

—Es que no puedo creer lo idiota que he sido confiando en ti. Culpa tuya lo perdí todo... — le reprocho a su padre, Al mismo tiempo que "asaltaba" el mueble de las bebidas alcohólicas.

—Sí sirve de algo, yo también fui burlado... y por mi propio hijo que es peor...

—Creo que no tenemos el mismo concepto de "peor". Por que tu eres mi padre...

—¡Ja,ja!...—rió fuerte. —No lo soy...

Draven lo observo confuso.

—No soy tu padre Draven... — soltó una carcajada, mientras a su boca se llevo una botella de whisky. —¡Maldición!, he esperado tanto para decirte esto... ¿Recuerdas cuando decías que Aira no merecía comer en la misma mesa que nosotros por que no era parte de la familia?, bueno... tú tampoco...

Draven se congeló.

—Puedes preguntarle a tu madre... ¡Rita!.

Después de gritar su nombre, pasaron unos diez minutos para que se hiciera presente la mujer.

El aire era tenso.

—Dile ya de una buena vez... te estas muriendo... no puedes llevarte el secreto a la tumba, tú también te vas a ir al infierno, es injusto que el malvado sea solo yo...

Draven miro a su madre temblando. Su corazón latía demasiado rápido, ni siquiera le salía la voz, aunque no hizo el intento de hablar.

—Tu verdadero padre murió cuando tenias seis meses... pero no quiso conocerte... estaba casado, él no quería que su familia lo supiera... por eso, Fausto y yo terminamos casados... era abogado, por eso, Fausto se enojo contigo cuando decidiste estudiar derecho, no era la carrera, era el hecho de que seguías los pasos de tu padre.

—¡Familia de mierda!, —Exclamó Draven— ¡¿Qué carajo les costaba ser una familia normal?!.

Colapsado, subió a su habitación. Allí estaba Sol, que lo abrazo, mientras el buscaba sus cosas y las guardaba en una mochila.

Draven la empujo. —¡No me toques!.

Sol cayó al suelo, sin entender el comportamiento de él.

Mientras tanto, Samanta y Aira, estaban parados frente a una avioneta.

—Es que no puedo creer que la pudieras ocultar de tu familia. — deslizó Samanta, sosteniendo al oso con una mano y Raven con la otra.

—Soy una persona que siempre se sale con la suya. — sonrió Aira.

—¿Así?.

—Te lo recordaré cuando logre que te enamores de mí, por que no voy a descansar hasta lograrlo.

Saber a ciencia exacta como es que en el pueblo, oculto en un viejo granero ubicado en el cementerio, Aira tenía una avioneta, le resultaba tentador, pero era objetiva y sabía que debían irse de allí lo antes posible.

Subieron a la avioneta y comenzaron el viaje.

Después de meditarlo un poco, al mismo tiempo que Samanta no se perdía detalle de la vista, Aira, decidió llevarla al lugar, que ha su criterio, era el mejor.

Así, llegaron a Pensilvania.

—¡Oh por Dios!, siempre he querido venir a este lugar...

Se habían "estacionado" en el jardín, lo que hizo que varios vecinos curiosos, observarán a través de la ventanas.

Aira sintio las miradas pero las ignoro. El cuervo, al abrir la puerta del lugar, entró volando y eligió un cómodo lugar para descansar.

Samanta, apenas piso el piso de madera, se quitó los zapatos. Toda la casa era de madera, a la antigua y eso le encantaba.

Entre un tarareo musical y giros, Samanta recorrió toda la casa. Mientras Aira, entraba los bolsos y luego iba a la cocina.

Le había estado pagando a gente para que mantuviera habitable la casa, por lo que abrió la alacena, esperando encontrar comida.

Y si, así fue. Aunque tuvo que tirar algunas cosas que ya estaban vencidas.

Luego subió, en la planta arriba habían cuatro habitaciones,un ático en la parte más alta, de forma triangular y un baño.

Busco a Samanta por las habitaciones, hasta que la encontró en una, sentada frente a una vieja biblioteca.

—¡Este es cementerio de Animales!, siempre lo he querido leer— dijo, dejando ver que en su mano tenia un libro— todos los libros son del género de Terror... ¡Me encantan!... aunque luego voy a tener que ver dibujos animados para no tener miedo.

Samanta se paró y salto sobre él, haciéndolo caer al suelo, por perder el equilibrio.

—Lo siento pero es que creo que voy a explotar... —Samanta efusiva, lleno el rostro de Aira a besos. —¡No puedo contener tanta emoción, este lugar es fabuloso!.

Aira, quien no le era habitual reír, lo hizo... ella, había visto en su rostro alguna que otra sonrisa, pero era la primera vez que lo escuchaba reír a carcajadas.

Entonces, el silencio entre ellos reino. Se quedaron por algún tiempo, mirándose directo a los ojos.

Aira, acarició su rostro luego. El sol, entraba por la ventana y reflejaba las ramas de los árboles moviéndose, en el suelo y sobre ellos.

—¿Te parece si comemos algo y luego descansamos?, después acomodamos y vemos lo que hace falta.

—Sí, siempre y cuando quien cocine seas tú.

Aira sonrió, robo un profundo beso de sus labios y asintió.

En medio del beso, de un movimiento, Aira la colocó en el suelo, quedando el arriba.

Poco a poco, con sus manos la recorrió, libero sus labios, para marcar con su saliva su cuello, escuchando los suspiros de ella.

—Eres extremadamente deliciosa... él aroma de tu cuerpo, se ha vuelto mi droga, ¿Sabes?... no hay sabor más placentero que el de tu piel... — le susurró al oído.

Samanta se encendió, lo aparto, le quitó la remera, y luego de acariciar su abdomen,lo llevó hacia él.

Entonces, Samanta lo volvió a colocar con las espalda pegada a la madera, para ser ella quien, se subiera encima de su cuerpo.

Movia sus caderas, frotando su intimidad con la de él, aunque había ropa en el medio.

Se quitó la remera, se inclinó y lo volvió a besar, mientras él, le quitaba su brasier.

Cuando lo logró, acarició sus senos, al mismo tiempo, que sus lenguas, iban de una boca a la otra con morbo y deseo.

El sonido del timbre los interrumpió...




ARDIENTE LUJURIA. Where stories live. Discover now