CAPITULO 29

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Una flecha atravesó el pecho de Aira, haciéndolo caer al suelo incosciente.

Samanta, se imagino aquella escena en un segundo. Aira, iba a avanzar pero ella lo detuvo.

—Tengo miedo, mejor vamonos... no quiero que te pase algo.— le dijo.

Aira, acarició su rostro. —Tranquila, confía en mí... de aquí me voy contigo...

—¿Vivo?.

Aira le dio un corto beso pero con mucho amor. —Sí, vivo... — sonrió.

Samanta tomó con mucha fuerza su mano y se mentalizo para estar bien alerta.

Finalmente, ingresaron por un pasillo ubicado en la parte de atrás de la casa, por este, accedieron al subsuelo y de allí, se deslizaron hasta llegar a la habitación de Aira.

Una vez ahí, Aira busco un bolso, que al igual que la caja estaba lleno de dinero.

Además de eso, buscó dos armas con sus cartuchos y dos navajas.

—Bien— Dijo mirando el reloj de su muñeca—  pronto mi madre va a venir.

—¿Como sabes?

—Desde que tengo memoria, viene en la noche a una hora específicamente, me da las buenas noches y controla que todo esté en su lugar. Cuando me fui a estudiar, ella lo siguió haciendo, se que va a venir a verificar que todo este en su lugar.

Tal y como esperaba. Eufemia se hizo presente tan solo unos minutos después.

—¡Dios hijo mío!, ¿donde estabas?, esa zorra...— Dijo mirando de mala manera a Samanta.

—¡Basta madre!, te lo he pedido antes; no la trates así... no me gusta, no lo voy a permitir... pídele perdón.

Eufemia abrió muy grande sus ojos. —Aira...

—Pídele perdón.

—No importa — interrumpió Samanta —No es nada para mi... dile...

—Samanta y yo nos iremos, ¿vienes con nosotros?.

Eufemia quedó perpleja por unos segundos. —¿Como puedes irte con ella?. — cuestiono indignada luego.

—De la misma manera que tú te quedas con mi padre a pesar de que sea un miserable. Ya deja de hablar de Samanta como si no valiera nada... por que no lo voy a tolerar.

—La acabas de conocer... —Eufemia, paso sus manos por su propia cara. —No me iré contigo y menos si ella va con nosotros.

Aira, dejo de darle importancia a su madre, metió algunas cosas personales en el mismo bolso del dinero y tomó la mano de Samanta sin decir nada.

Salieron de allí en silencio, se volvieron a deslizar por los pasillos, Aira hasta las joyas de Rita tomó.

Se aseguró de llevarse cada cosa de mucho valor que fuera pequeño.

Al salir, caminaron por el jardín  tal y como habían entrando.

Samanta miró a Sol, riendo junto a Draven quien bebía desde una botella de cerveza.

Vió como la besaba y lo odio profundamente. Antes había sido ella quien reía en complicidad con él y ahora, tenía que huir como si fuera un delincuente.

Aira lo notó. —No tenemos que irnos asi— Dijo.

Sin soltar la mano de ella, intento caminar hacia Draven, pero ella lo detuvo.

—Confía en mi.

Tras pensarlo, Samanta accedió.

Antes de mostrarse frente a Draven, se aseguró de dejar los bolsos escondidos pero a mano para poder llevárselos.

Ya más cómodos, ambos caminaron hacia ellos.

—¿Donde carajo estabas?— inquirió Draven en cuanto los vio, dirigiéndose a Samanta. —¿Crees que soy un maldito chiste que te puedes desaparecer para coger con mi hermano?, ¡puta de mierda!.

Draven se quiso ir sobre Samanta pero Aira se coloco en el medio. —Le vuelves a gritar e insultar y te juro que corto tu lengua...

—Sal del medio Aira es mi esposa, ¡Mía!, me pertenece... tú no eres nadie en su vida, solo un idiota más.

—¡Él idiota más eres tú!— Exclamo Samanta, enojada, no se pudo controlar. Por lo que se acercó lo más que pudo a Draven y lo abofeteo. —Estaba lejos de ti, por que me das asco... ¡Ya no grites!.

Samanta se tapó los oídos, mientras  lágrimas caían por su rostro.

—No me agrada que lloré por tu culpa...— Dijo Aira. —¿sabes que nuestro padre esta en bancarota?— sonrió. —vivía de prestado... nada de esto le pertenece.

Draven lo miro confundido. —¿A quien le pertenece?—

—A mi...— sonrió Aira. — A mi... lo obtuve todo, con tan solo saber quien era la persona que le prestaban dinero a nuestro padre, salde la deuda y me quede con todo. Estas empresas las mantuve funcionando con poco, la verdad son un gasto por eso ya no pienso seguir haciéndolo... Draven... perdiste... lo perdiste todo... ya no queda nada... papá, es un indigente con suerte pero indigente al fin y ahora... van a padecerlo... tal vez en algún momento necesite un abogado...— Dijo burlón. —Cualquier  cosa te llamo. — sonrió.

Mientras ellos hablaban, Samanta miro algunas de sus cosas que no habían sido quemadas aún.

Estaban esparcidas por alrededor del fuego.

Entre estas cosas encontró su celular y aunque al tomarlo pudo saber que estaba caliente, Convenientemente para ella, todavía andaba.

Recordó entonces; que hace seis meses atrás, Draven había sido investigado por "vender casos".

Entonces, le escribió un mensaje, lo más rápido que pudo al detective que había llevado el caso.

Como no tenía mucho tiempo, no se molesto en explicarle demasiado, sino de ponerle lo justo y necesario.

Adjunto unos documentos que tenia en el celular y cuando le apareció que se habían enviado, suspiro aliviada.

—Tu vida esta terminada... sabes Draven no debiste tratar mal a la mujer que sabia de tus secretos y ocultaba tus actos ilegales... ahora la policía lo sabe... sin dinero, probablemente sin matrícula y tal vez en prisión... tú futuro no se ve bien.— le dijo, y tiro el celular al fuego.

Draven quedo atónito. Demasiada información.

Llego a creer que era mentira, así que ingreso a la casa a hablar con sus padres.

Esa noche, mientras Samanta y Aira salían de allí, con mucho dinero rumbo a una nueva vida, todos en la familia se enteraban que no les quedaba nada.

Sumado a eso, Draven se percató demasiado tarde de que Aira se había ido con Samanta, sin intenciones de volver.

Sin perder la paciencia, cálculo más o menos por donde podrían estar, tomó su auto y salió en busca de ellos.

《Van a pie, no pueden estar tan lejos, si ha pasado una hora y media》pensó.

ARDIENTE LUJURIA. Where stories live. Discover now