8.

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Blue

El Targaryen que tenía enfrente dejó de agarrarme de los brazos y cubrió con una de sus grandes manos mi boca con gesto irritado.

-¿No te dije que te deshicieras de ella?- preguntó ajeno a mis lágrimas mientras miraba a Daeron- no quiero que esa piedra aparezca y si llega a hacerlo ten por seguro que…

-Visenya me lo ha impedido-le interrumpió él- y si hubiera desobedecido ahora mismo me estarías clavando una daga en el pecho.

-¿Visenya?

El Targaryen me soltó sin dejar de mirar a Daeron.

-¿Ella está aquí?

Daeron asintió y el otro Targaryen se humedeció los labios con nerviosismo dirigiendo su ojo a mi.

-Vete de aquí, entierra la piedra de la resurrección y no hables de ella con nadie- me fulminó con su ojo- si llega a manos de mi esposa, entonces te cortaré la lengua y las manos.

Me estremecí y mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Qué clase de bestias eran esos hombres?

-Y tú-esta vez levantó la mirada hacia Daeron- llévatela de aquí sin ponerle una sola mano encima. No te he traído aquí para que te conviertas en otro Aegon.

Daeron simplemente hizo un movimiento de cabeza mientras el otro Targaryen me soltaba y se alejaba por el pasillo. Yo en cambio sólo podía pensar en la piedra de la resurrección. La misma que se encontraba bajo mi colchón.

Me quedé quieta hasta que Daeron se posicionó delante de mí.

-No pienso volver a montar en tu dragón…-murmuré casi para mi misma.

-También puedes ir con tu escoba muy lejos de aquí- me guiñó un ojo- brujita.

Le fulminé con la mirada, pero me tragué mi orgullo para atreverme a hacer la pregunta que tanto rondaba mi cabeza.

-¿A quién queréis traer de entre los muertos?

-No es tu incumbencia- me escupió con rabia- tú solo limítate a seguir las órdenes de Aemond.

Abrí los ojos asombrada.

-¿Del hombre que le entregó el trono a Rhaenyra?

La mandíbula de Daeron se tensó.

-Callate la maldita boca, bruja desgraciada.

Me propinó un empujón antes de que pudiera prepararme para el impacto y acabé de bruces contra el suelo.

Para mi asombro, se marchó y me dejó en el suelo con la espalda dolorida.

Lentamente me puse de pie y caminé dolorida hacia el exterior del castillo. No quería perder ni un segundo más allí. Ni un instante en un lugar que me aterrorizaba.

¿Querían traer a alguien de entre los muertos?

Tragué saliva cuando el vello del cuerpo se me erizó..

Seguí caminando en la oscuridad absoluta mientras escuchaba de fondo las olas del mar chocando contra las rocas y me estremecí aterrorizada.

¿Cómo iba a salir de aquel lugar?

Y entonces lo sentí. Fue casi solo un eco de la tierra y de mi cuerpo. Solo un leve movimiento detrás de mí.

Pero cuando un aliento cálido me sacudió por completo supe qué criatura de los infiernos estaba detrás de mí.

Sabía que esa criatura me mataria, que me engulliria y acabaria conmigo antes de que yo gritara.

Sentí el pulso acelerado y antes de que pudiera hacer nada, me desmayé.

Visenya

Aemond abrió la puerta y se me quedó mirando antes de decidir si debía entrar en nuestros aposentos o irse con enfado.

Para mi alivio eligió la primera opción.

-¿Puedo preguntarte una cosa?

Asintió aún en completo silencio y no pude evitar pensar en esos días donde yo solo anhelaba que entrara en mis aposentos casi a hurtadillas.

-¿Crees que no estoy enamorada de ti?

Se lo pensó un segundo mientras yo pasaba la mirada por todo su rostro y la deslizaba hasta posar mi vista en las armas que colgaban de sus caderas.

Ya había acabado la guerra, ya había acabado el peligro. ¿Por qué iba armado hasta en su propio castillo?

-Sé que estás enamorada de mi, Visenya.

Tragué saliva y cuando estuve dispuesta a hablar, alguien llamó a la puerta con fuerza, sobresaltandonos.

Aemond me dedicó una mirada más y abrió la puerta frunciendo el ceño al ver a su hermano menor en frente.

-La chica ha perdido el conocimiento- levantó las manos con la respiración agitada- juro que yo no le he tocado ni un pelo.

Me puse de pie de golpe y me acerqué a ellos.

-¿Dónde está?

-En uno de los aposentos libres- contestó- ha visto a un dragón y…

-Joder…-murmuré corriendo por el pasillo mientras Aemond empujaba a su hermano contra la pared.

Agarré mi vestido para no caerme y giré cuando vi al gran maestre entrando en una de las habitaciones que teníamos libre.

Me acerqué a la cama para ver a la muchacha repleta de babas de Fuegosolar, pero completamente entera y sin un rasguño.

Suspiré aliviada y entonces la escuché. Puede que si estuviera un poco más lejos no me hubiera percatado de su susurro, puede que simplemente estuviera alucinando tras meses intentando desesperadamente encontrar esa piedra. Pero el gran maestre también lo escuchó, porque inmediatamente giró su cabeza hacia mí y volvió a pasar una mano por la frente de la muchacha inconsciente.

-Aegon…-susurró ella de nuevo.

Y a mi se me encogió el corazón.

Y no me di cuenta de que había apretado los puños y de que había dejado de respirar hasta que sentí la mano de Aemond sobre la mía.

Su ojo clavado en la muchacha de la cama, pero aún así estiró su dedo para limpiarme las lágrimas del rostro.

La risa de Daeron fue la única que nos sacó de aquel trance.

No dije nada. Solté la mano de Aemond y me alejé por el pasillo.

¿De qué diantres conocía esa muchacha a Aegon?

La semilla del dragón. (Segunda parte). AEMOND TARGARYEN 💚Where stories live. Discover now